Emilia Santos Frias
Nada ofrece al ser humano tanto placer, honor y reconocimiento, como el servir a los demás, ser filántropo de una causa, es decir, vivir para procurar el bien de las personas, siempre de manera desinteresada. Este domingo 25 de octubre, al conmemorarse el Día Nacional del Cooperativismo, hubo razones para agradecer y para celebrar la distinción de ser parte del sistema cooperativo de mi país, más aún, de la sociedad que agrupa a las y los periodistas, una profesión que abraza el decoro.
Estas asociaciones elevan la dignidad humana. En el país, desde el 6 de agosto de 1998, celebramos la citada efeméride, para agradecer los avances de las sociedades cooperativistas, y recordar la primera iniciativa: Cooperativa Manoguayabo, fundada el 1 de octubre de 1946, guiada por sacerdotes.
Esta mutualidad, aporta grandemente a nuestra sociedad; genera riquezas desde la autogestión y mitiga la pobreza, al impulsar el desarrollo de sus socios, mientras, ejecuta programas de capacitación para elevar conocimientos en su membresía.
Ser parte del cooperativismo es de gran orgullo, porque desde dentro podemos promocionar valores, éticos, entre ellos, la honestidad, transparencia y el compromiso. Esta hermandad se constituye en ayuda mutua para solucionar problemas comunes de sus miembros, quienes tienen el derecho de sugerir y de participar en la toma de decisiones para alcanzar el bien común, siempre aportando su trabajo y su esfuerzo.
La cooperativa fomenta la equidad, en cuanto a beneficios; igualdad de derechos, obligaciones y responsabilidad con los objetivos comunes. Al tiempo que, en ella se exhibe solidaridad, para solucionar problemas de las familias y las comunidades en las que trabaja. Si aún no eres parte del cooperativismo nacional, anímate y únete, ¡acciona desde él para el desarrollo social colectivo!
Y mientras vivimos este avance me embarga la situación actual de nuestros ninis, la juventud que ni estudia, ni trabaja, que no recibe ingresos, ni formación académica. Ese segmento poblacional, tampoco es emprendedor. No aprenden un oficio, como ocurría con generaciones anteriores, que, ante la falta de educación sistemática y empleo, se enfocaban en aprender destrezas manuales en los llamados talleres de nuestros barrios. Hoy solo gravitan y disfrutan el ocio permanente. Muchas veces siendo presas de los juegos de azar y la ludopatía.
Hoy tenemos carencias de escuelas de artes y oficios y manualidades. Escasean los clubes, talleres y otros lugares dedicados a producir objetos manuales, en los que la juventud pueda acceder como aprendiz…, ¡eso quedó en el pasado!
¨El sabio uso del ocio es un producto de la civilización y de la educación¨. Lamentablemente no podemos decir que esto ocurra con nuestros ninis. La triste realidad es que la juventud de los barrios está en ocio, y este engendra todo tipo de vicios. Por tanto, más que subsidiarle económicamente desde el gobierno central y-o el Ministerio de la Juventud, para paliar ese tiempo de recreo, el país amerita ejecutar políticas públicas, y mecanismos que permitan el acceso a educación y empleos a la juventud, en este último punto a quienes son mayores de edad.
¨Así corrompe el ocio al cuerpo humano, como se corrompen las aguas si están quedas¨, dijo el poeta romano Ovidio.
Continúa siendo necesaria la existencia de programas de apoyo a las iniciativas de la juventud que desean emprender: la del campo y la de la ciudad, a todos los jóvenes. El acceso a educación de toda índole, básica, secundaria, superior y técnica. Pero falta algo, falta que les motivemos, que volvamos a ganarnos el interés de esa juventud que no ve en los estudios y el trabajo, la plataforma para cambiar su realidad social.
Esta gran franja poblacional que vive en condiciones infrahumanas, quizás ve el camino rápido más fácil (un camino que no siempre es el correcto), para llegar a la superación personal. Pero, ésta no implica necesariamente la obtención de abundantes recursos económicos. Reitero, es necesario expliquemos esto a los ninis, que le mostremos cómo ser parte del desarrollo social.
La población nini, está desorientada; espera que le ayudemos a salir del estado de vulneración, garantizandoles derechos como salud, seguridad social, educación, empleo, recreación, dignidad. Es una gran paradoja, porque invertimos tantos recursos económicos en otras áreas, quizás menos importante, con las que descuidamos la mejor y mayor materia prima que tiene la nación para exhibir bienestar social y económico en la presente y futura generación.
Como dijo Don Bosco, «No hay jóvenes malos, sino jóvenes mal orientados».
*Autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.