Arq. Eker Raposo.-
Los recientes acontecimientos que han estremecido a la sociedad dominicana no pueden pasar por alto. Nos enfrentamos a una realidad que duele: una cultura que, poco a poco, ha desdibujado el verdadero sentido de fechas tan significativas como la Semana Santa. Este tiempo, que tradicionalmente ha sido reservado para la introspección, el recogimiento y el reencuentro familiar, se ha ido transformando en una temporada marcada por el desenfreno, la imprudencia y la desconexión espiritual.
La Semana Mayor conmemora el acto de amor más sublime que haya experimentado la humanidad: la crucifixión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Es en ese sacrificio que se revela el amor infinito del Padre por todos nosotros. Sin embargo, ese mensaje ha quedado sepultado entre la bulla de las fiestas, los viajes, el alcohol y la superficialidad.
Nos urge como sociedad detenernos y meditar en la fragilidad de la vida. Vivimos atrapados en la inmediatez del «aquí y ahora», olvidando que cada minuto que pasa es una oportunidad para conectar con lo que realmente importa: la familia, la pareja, los verdaderos amigos, y sobre todo, una relación íntima con nuestro Creador.
¿Estamos invirtiendo nuestro tiempo en lo que deja huella, o en lo que se desvanece? A veces dedicamos más energía a lo pasajero que a lo eterno. Ignoramos lo que fortalece el alma y postergamos los abrazos, los “te amo”, los silencios compartidos, las oraciones sinceras.
Este domingo —y toda esta Semana Santa— puede y debe ser un punto de inflexión. Que no pase como un feriado más. Que sea un llamado a reflexionar, a reenfocar nuestras prioridades, a sanar vínculos y a retomar el camino hacia Dios. La Palabra nos recuerda en Eclesiastés 3:1-15 que todo tiene su tiempo: tiempo para reír, pero también para llorar; tiempo para gozar, pero también para pensar.
Este es un tiempo para amar, para reconciliarnos y para retomar lo que hemos dejado perder: la fe, la gratitud y la paz interior.
Aún estamos a tiempo.
Dios te bendiga.
El autor es arquitecto, consultor hidrosanitario y maestrando de la maestría en Gestión Sostenible del Agua en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).