Tomás Aquino Méndez
Esa parece ser la consigna de la ONU, la OEA y las grandes potencias con relación a Haití. Una historia de anuncios constantes y compromisos no cumplidos. Discursos que culminan con una acusación DIRECTA O INDIRECTA hacia Este lado.
Nos piden ser más receptivos, menos discriminatorios, más solidarios. Todo lo que ellos nunca han sido y que sí hemos demostrado con creces desde aquí.
Si las muestras de solidaridad, apoyo y desprendimiento, mostrados por Estados Unidos, Canadá, Francia y España hacia Ucrania, por ejemplo, se manifestaran, aunque sea en un UNO por ciento, el destino de Haití fuera distinto. Mientras a Haití envían comisiones a “estudiar” fórmulas de ayuda.
A Ucrania envían miles de millones de dólares para la compra de armas y avituallamiento militar para una guerra de una extensión impredecible. Estamos seguros de qué, si Haití tuviera petrolero o capacidad para adquirir las “armas de paz” de las grandes potencias, otro fuera el apoyo para ese país.
El último presidente con visos democráticos electo en Haití fue Jean Bertrand Arístide. No convenía a los intereses de los ricos haitianos. Por eso su mandato fue efímero.
Hoy, cuando el país se desangra en luchas intestinas, los países poderosos miran a República Dominicana y colocan sobre este país su DEDO acusador. Racista, xenófobo, mal vecino, cuando este ha sido el más solidario, el más desprendido.
El que ha estado presente, como el buen vecino, en malos y buenos momentos. Otra vez se amaga desde la ONU con ir en auxilio de Haití. Esperemos sea el último AMAGAR Y NO DAR. No aupamos ninguna intervención militar en este ni en otro país. No somos la única nación con problemas con sus vecinos.
Pero sí el único que ha movilizado decenas de tanquetas, helicópteros, aviones sin estar en guerra. No aupamos la guerra, pero sí una acción que lleve tranquilidad y ayude a instaurar democracia, devuelva la vida institucional y regrese la paz a la Republica de Haití.