Ciudad del Vaticano.- Este mediodía el Papa Francisco pronunció desde el Balcón central de la Basílica Vaticana su tradicional Mensaje navideño y ha impartido la Bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo).
“En el seno de la madre Iglesia, esta noche ha nacido nuevamente el Hijo de Dios hecho hombre. Su nombre es Jesús, que significa Dios salva. El Padre, Amor eterno e infinito, lo envió al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo”. Palabras con las que el Santo Padre comenzó su Mensaje de Navidad ante los fieles de Roma.
Los peregrinos se congregaron en la Plaza de San Pedro, y todas las personas que desde todas las partes del mundo han seguido el mensaje a través de los medios de comunicación.
Cristo, luz del mundo
El Papa ha explicado que Jesús es “luz del mundo” y citando las palabras del profeta Isaías: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1) expresa que aunque haya tinieblas en los corazones humanos, en las relaciones personales, familiares y sociales o en los conflictos económicos, geopolíticos y ecológicos “más grande es la luz de Cristo”.
Luz en medio de los conflictos y la guerra
Entre los deseos del Papa para esta Navidad está la paz para los niños de Oriente Medio: “Que Cristo sea luz para tantos niños que sufren la guerra y los conflictos en Oriente Medio y en diversos países del mundo”.
En concreto, el Papa ha pedido que la Luz de Cristo “sea consuelo para el amado pueblo sirio, que todavía no ve el final de las hostilidades que han desgarrado el país en este decenio” también que “remueva las conciencias de los hombres de buena voluntad” y que “inspire a los gobernantes y a la comunidad internacional para encontrar soluciones que garanticen la seguridad y la convivencia pacífica de los pueblos de la región”.
No se ha olvidado del pueblo libanés, para el que ha pedido “apoyo” para que pueda salir de la crisis actual. Pero también está en su pensamiento Tierra Santa, la tierra de nuestro Salvador y tierra “donde continúa la espera de tantos que, incluso en la fatiga, pero sin desesperarse, aguardan días de paz, de seguridad y de prosperidad”.
El Papa tampoco se ha olvidado de Irak, para el que ha pedido “consolación” ante las fuertes tensiones sociales que atraviesa, y por último ha pedido por Yemen, para que se ponga fin a la grave crisis humanitaria.
Luz en medio de las tensiones políticas y sociales
El continente americano también está entre sus deseos natalicios. “Que el pequeño Niño de Belén sea esperanza para todo el continente americano, donde diversas naciones están pasando un período de agitaciones sociales y políticas”.
El Papa pide al Niño Jesús que reanime al querido pueblo venezolano, pero también pide que sea luz para la querida Ucrania, “que aspira a soluciones concretas para alcanzar una paz duradera”.
Luz en medio de la pobreza y la migración
Finalmente, el Papa ha pedido por los países africanos donde se siguen viviendo situaciones sociales y políticas que a menudo obligan a las personas a emigrar, privándolas de una casa y de una familia.
“Que haya paz para la población que vive en las regiones orientales de la República Democrática del Congo, martirizada por conflictos persistentes” dice Francisco, a la vez que pide consuelo “para cuantos son perseguidos a causa de su fe, especialmente los misioneros y los fieles secuestrados, y para cuantos caen víctimas de ataques por parte de grupos extremistas, sobre todo en Burkina Faso, Malí, Níger y Nigeria”.
Que Jesús sea defensa ante las injusticias
Francisco además desea que el nacimiento del Hijo de Dios traiga este año defensa y apoyo para cuantos, a causa de las injusticias, deben emigrar con la esperanza de una vida segura: “La injusticia – dice el Papa – los obliga a atravesar desiertos y mares, transformados en cementerios.
La injusticia los fuerza a sufrir abusos indecibles, esclavitudes de todo tipo y torturas en campos de detención inhumanos. La injusticia les niega lugares donde podrían tener la esperanza de una vida digna y les hace encontrar muros de indiferencia”.
Por último, el Santo Padre ha expresado su esperanza en que el Emmanuel ablande nuestro corazón, “a menudo endurecido y egoísta” y nos haga instrumentos de su amor. En cambio, a nosotros, nos ha exhortado “a dar esperanza al mundo, anunciando con palabras y sobre todo con el testimonio de nuestra vida que nació Jesús, nuestra paz”.