Oscar López Reyes
En el promontorio más inaudito y el atajo proteccionista, el 16 de octubre de 2016 el presidente Danilo Medina Sánchez se torció en la viga más desflecada: “¿Pero cuál corrupción? ¿Dónde están los escándalos que ustedes ven de corrupción en el gobierno? ¿Dónde están?” Ahora, sus más íntimos purgan en cautiverios carcelarios y hogareños por peculado, cuando intenta resucitar, simbólicamente, la investigada “Visita sorpresa”, en una burla a los ciudadanos, lo que patentiza ciertas similitudes con el más renombrado legendario del universo, Al Capone.
Agotado un período de silencio tenebroso y asustadizo escondite, el ex jefe de Estado ha vuelto al ruedo político, reuniéndose tanto con otro ex mandatario, Hipólito Mejía, como con agricultores “beneficiarios” de la denominada “Visita Sorpresa”. En el ínterin, otros conspicuos funcionarios de su administración gubernativa han caído en brazos de la señora Justicia, y llama a protestas callejeras, que derivan en tumultos. Pero, “’¿y cuáles tumultos?”.
Enredado en la veleidosa cubierta política, Medina Sánchez salió nuevamente a la palestra en un abanico actoral, como si Batman le ganara a Supermán, olvidando que la película no ha tenido su final y que los otros personajes -Miriam Germán Brito, Yeni Berenice Reynoso y Wilson Camacho Peralta- no han puesto sobre la mesa todas las investigaciones que atesoran en sus alforjas. ¡Iluso…!, ¿verdad?
Entre dos. En los escenarios en que se desenvolvieron Alphonse Gabriel Capone (1899-1947) y Medina Sánchez (1951-2023) existen, ostensiblemente, coincidencias y diferencias muy pronunciadas, como la nacionalidad (norteamericana y dominicana), el tamaño (5 pies y 10 pulgadas, y 5 pies y 6 pulgadas), la edad (48 y 72 años), la actividad (gánster/empresario) y economista/político), en el temperamento: implacables y rencorosos, y en el accionar bélico contemporáneo: violento y pacífico.
Extraña la simultaneidad: ambos tuvieron ocho hermanos. El motejado Scarface (cara cortada) desde sus oficinas del hotel Lexington (“Castillo de Capone”), en Chicago, maniobró, entre 1925 y 1947, bandas callejeras, infiltrado en áreas del gobierno, entre ellas la Policía.
En ese paralelismo y discordancia, el sanjuanero apodado Nano y la Cuchara apalancó, entre el 2012 y el 2020, desde la Presidencia de la República, como un autócrata en el maquinal de una cleptocracia (clepto: robo y cracia: poder) sin frenos, liturgia ni estética, en aprovechamiento de políticos y empresarios.
Diferencia marcada: El rey del hampa de Chicago se enriqueció, en las décadas de 1920 y 1940, con la venta ilegal de alcohol en contravención con la Ley Seca, y el contrabando. Instauró una ancha alambrada clandestina de salas de juegos, night clubs, burdeles, cervecerías, destilerías, hipódromos, canódromos y otros negocios, y empadronó una cantera de asesinatos, aunque oficialmente lo vincularon solo a dos.
Medina Sánchez no se compara -ni en el sueño más trashumante- con el célebre escabeche de perros estadounidenses en la aparatosidad homicida. No se le imputa ningún asesinato. Tampoco a su nombre consta el usufructo de haciendas. Sus pertenencias se asemejan a la propina de un estropeado restaurant de menesterosos, cotejándolas con las posesiones de familiares y allegados, en el más lacerante neopatrimonialismo, que arruga las tripas a los más antiguos pensionados.
El italo-norteamericano tampoco registró a su nombre ninguno de sus inmuebles, conseguidos a base de “lavar dinero”, en lo que hoy se denomina “lavandería”, o transformación de monedas negras en negocios limpios, y que en 1986 fue reconocido como un delito. En 1947, su riqueza fue estipulada en 100 millones de dólares que, calculada a una tasa de interés promedio de un 3% anual, entre el año citado y el 2020, que cifran 892 mil millones de dólares y arrojan ganancias por 792 mil millones de dólares. Si tomamos esos 100 millones de dólares a una tasa de cambio de 58.34 en el 2020, representa 5 mil 834 millones de pesos durante esos 73 años.
Además de la aterradora intimidación, Al Capone puso en su nómina de pagos a políticos de Chicago, a su alcalde William Hale Thompson; a jefes de Policía y al 70% de sus efectivos, la garantía de su protección. En la República Dominicana, un cuestionado ex gobernante cuenta con el resguardo de altos oficiales policíaco-militares, fiscales, jueces y secuaces partidistas.
En sus correrías y despachos piojosos, Al Capone involucró a sus hermanos Ralph James (“Botellas”), Frank, Erminio (John y Mimi) y Amedoe “Matthew”. Dos no participaron en Chicago Qutfit o Chicago Magia: Umberto, quien se dedicó a los juegos de azar, y James Vicenzo (Ricard James Hart o “Dos pistolas”), fue investido como sheriff (encargado judicial de mantener el orden público y hacer obedecer la ley) en Homer.
En este pueblo del Estado de Nebraska, James Vicenzo utilizaba la llave maestra para robar productos alimenticios en establecimientos comerciales. Las dos hembras, Rose y Mafalda, eran “el ojito derecho” de sus hermanos, de los cuales nunca se distanciaron, menos de Al Capone, quien engendró un único hijo: Albert Francis (Sonny).
Como la serpiente anaconda, Al Capone resultó difícil de atrapar. Pudo caer en las redes del Gobierno Federal de Estados Unidos, pero por evasión de impuestos, por lo cual fue condenado a 11 años de cárcel y encerrado en la prisión de Alcatraz. Murió de un paro cardíaco, el 25 de enero de 1947.
Gaceta como inaceptable que el presidente Medina Sánchez no viera un solo papelito, no se orejeara, no sospechara, no se percatara ni recibiera la más mínima información de funcionarios o de organismos de inteligencia de los pasos de cinco hermanos: Juan Alexis, Carmen Magaly, Aracelis, Lucía y Milcíades; sus cuñados Maxi y Alexander Montilla Sierra, y otros parientes, encartados en la Operación Antipulpo.
¿Era soso? o ¿estaba sonámbulo?, porque tampoco tuvo una miga de dudas de su procurador general de la República, Jean Alain Rodríguez (Operación Medusa); del general Adán Cáceres Silvestre (Operación Coral), su principal guardaespaldas, y su equipo político gubernativo (Operación Calamar): Gonzalo Castillo, ex candidato presidencial del PLD; José Ramón Peralta, ex ministro Administrativo de la Presidencia; Donald Guerrero, ex ministro de Hacienda, y otros parciales.
Congruentemente, más de 100 personas están implicadas en actos de corrupción, computados en unos 150 mil millones de pesos que, comparados con los 5 mil 834 millones de pesos de Al Capone, fija una diferencia de 144 millones 276 mil, que porcentualmente puntea un 2 mil 516%. Significa que el coscorrón estadounidense referido es un “niño de tetas” frente a los involucrados en los desfalcos de una cúpula insaciable del PLD, cuya inmensa mayoría de militantes estuvo ajena a la muy conocida mega-estafa.
¡Tierra, trágame! Los cineastas tienen a la vista un manjar -nada despreciable-, más con el paralelismo Al Capone-Medina Sánchez y las desbordantes admisiones de culpabilidad de los encartados en las operaciones marinas. ¡Tierra, trágame!