Xavier Carrasco
La Navidad es una de las celebraciones más importantes en el calendario mundial, se trata de una festividad que trasciende fronteras, culturas y creencias.
Aunque es reconocida principalmente como una celebración cristiana que conmemora el nacimiento de Jesucristo, su origen y trayectoria nos revela mucho más que su dimensión religiosa; la Navidad es un reflejo de la capacidad humana de renovar valores universales como la solidaridad, el amor y la esperanza.
El origen de la Navidad está estrechamente ligado al cristianismo y a la figura de Jesús de Nazaret, considerado por los cristianos como el Mesías. Según los Evangelios, su nacimiento tuvo lugar en Belén hace más de 2,000 años.
Sin embargo, el 25 de diciembre como fecha oficial de celebración no está claramente establecido en los textos bíblicos. Fue durante el siglo IV cuando la Iglesia Católica decidió fijar esta fecha, probablemente para sustituir las festividades paganas relacionadas con el solsticio de invierno, como las Saturnales romanas y la celebración del “Sol Invictus”.
Estas festividades paganas marcaban el renacimiento del sol, un simbolismo que se integró en el cristianismo para destacar a Jesús como la “Luz del mundo”. De este modo, la Navidad adquirió una dimensión espiritual que pronto comenzó a expandirse por el Imperio Romano y más tarde, por gran parte del mundo.
Con el paso de los siglos, la celebración de la Navidad fue evolucionando. Durante la Edad Media, las tradiciones navideñas adquirieron un carácter más comunitario, con fiestas y banquetes organizados en aldeas y ciudades.
Asimismo, en esta etapa se consolidaron símbolos que hoy asociamos con la Navidad, como el árbol decorado, una tradición que tiene raíces en las culturas germánicas, y Santa Claus, inspirado en San Nicolás, un obispo del siglo IV conocido por su generosidad.
En la actualidad, la Navidad se ha globalizado y diversificado. Aunque mantiene su esencia religiosa en comunidades cristianas, también se ha convertido en una celebración cultural que muchas personas, independientemente de su fe, disfrutan como un momento de unión y reflexión.
La Navidad, más allá de su origen cristiano, se ha convertido en un espejo de lo mejor de la humanidad. En este tiempo, las personas suelen expresar valores universales como la generosidad, la empatía y el deseo de construir un mundo mejor.
Actos como compartir con los más necesitados, reunir a la familia o simplemente desear paz y prosperidad al prójimo son ejemplos de cómo la Navidad saca a relucir lo más noble de nuestro espíritu.
En un mundo a menudo marcado por divisiones, la Navidad nos recuerda la importancia de la unidad. Es una invitación a reflexionar sobre nuestra humanidad compartida, a valorar el tiempo con nuestros seres queridos y a cultivar la esperanza en un futuro más luminoso.
La Navidad es mucho más que una festividad religiosa o cultural; es una oportunidad para reconectar con lo esencial. A lo largo de su historia, ha demostrado ser un puente entre tradiciones, una chispa de esperanza en tiempos difíciles y un recordatorio de la capacidad del ser humano para amar y compartir. Por eso, año tras año, millones de personas alrededor del mundo la celebran como un símbolo de luz, unión y renovación.
Autor abogado de formación, comentarista de radio, articulista y político