Oscar López Reyes
“El álbum de la corrupción”, empuje y estandarte de guerrear del opositor Partido de la Liberación Dominicana (PLD) contra el envilecimiento durante más de 30 años, fue arrojado a un contenedor de basura y desde el Estado expandió sus tentáculos a “la potencia de una potencia” en el reinado presidencial de Danilo Medina. Se revalida, en ese desplazamiento, la frase (1887) del historiador británico Lord Acton de que “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
El 4 de noviembre de 1981, por avenidas y callejones fueron distribuidos 100 mil ejemplares de “El álbum de la corrupción” del periódico Vanguardia del Pueblo (un tabloide de 8 páginas) del PLD, que incluyó cheques de apenas 600 pesos y 329 pesos y la suma de 475 mil pesos. Y para publicar “El otro álbum de la corrupción”, con los desmesurados centenares de millones robados por la camarilla peledeísta y sus secuaces hasta 2020, centelleo de la cartelización de la citada organización, se requiere la ayuda de un algoritmo, apelando al programa ofimático de cálculo aritmético Microsoft Excel.
“El otro álbum de la corrupción” puede batir una plusmarca, por sus magnitudes extremas, y colocarse en el top de los sobornos/cohechos emblemáticos de América Latina. Apunta ser otro hito para Guinness World Record, como el más grande, y estaría como contraparte del actor dominicano Nelson de la Rosa (El hombre rata), el más pequeño del universo, que el 22 de octubre de 2006 falleció en Providence, Rhode Island, Estados Unidos -a los 39 años de edad-, fulminado por un paro cardíaco.
“Aristocráticos” en el amorío entre el anochecer y el rayar del alba: Los días 26 y 27 de junio de 2013, el rotativo Diario Libre insertó dos publicaciones, la primera de las cuales llevó por título “El comité político de los peledeistas: un selectivo y exclusivo grupo de 27 miembros millonarios”, interesante y valioso, pero incompleto y conservador, porque no resaltó que, desaliñados, llegaron al gobierno a bordo de motores, bicicletas y carros vejestorios o armatostes.
Apoyado en las declaraciones juradas de bienes que depositaron por ante el Departamento de Prevención de la Corrupción Administrativa (DPCA), el matutino gratuito refirió que el menor de los magnates peledeístas poseía 500 mil pesos y el mayor 400 millones en muebles e inmuebles, acciones en compañías y en efectivo o certificados en bancos, que se deduce provienen de transacciones amparadas en el tráfico de influencias y otros mecanismos turbios.
No todos los 27 encumbrados del comité político del PLD de entonces habrían transgredido la ley divina, y se puede apostar pesos a morisquetas que los emolumentos de por lo menos dos de ellos derivaron de un ejercicio profesional pulcro y exitoso: los maestros Rafael Alburquerque, exvicepresidente de la República, y José Joaquín Bidó Medina, exrector de la UASD, fallecido el domingo 28 de mayo de 2023.
Con base en esos parámetros, Diario Libre todavía está a tiempo -lo mismo que otros medios y centros de análisis- para investigar como los anteriores y actuales miembros del comité político del PLD -que andan pavoneándose y pontificando con caras de santos- llegaron a ser millonarios, para poner al desnudo realidades, ampliar el debate en torno a ese tema, y así hacerle un buen aporte a la sociedad dominicana.
Durante los dos gobiernos de Danilo Medina (2012-2020), la matrícula de miembros del comité político del PLD fue ampliada, y estos e integrantes de su comité central ¿también abultaron sus patrimonios con lujosas propiedades, inversiones millonarias en compañías, en prendas y en certificados bancarios y efectivo en bancos a nombre de terceros, o en caletas?
De igual manera, los señalados debieron haber aclarado sus cuadros financieros porque, en un ambiente lleno de suspicacias y funestos precedentes, la gente tiende a creer -con sobradas razones- que todo el que aumenta su capital ha sido con malas artes. Esa tarea se torna incómoda, pero es necesaria.
Y así se piensa porque el Estado ha sido descuartizado por víboras de todas layas. Tradicionalmente, el gobierno ha tenido un encanto especial, embrujado, fenómeno que se comprende cuando se le ojea, sin espabilar, como una vaca descuartizada por genuinos representantes de capas sociales, que se llevan sus brazos y piernas, la cadera, el rabo o el hocico.
En el cuadrante se interponen contratistas que engatusan al Estado, miembros de consejos y funcionarios que se han distribuido áreas de influencias y transacciones, y han subido precios por las comisiones de suplidores, así como empleados que se adjudican dietas innecesarias y cargan hasta con servilletas.
Antes de la pandemia, el período que abarca la presente interpretación, supuestos diplomáticos se aprovecharon de sus empleos -ojalá publicaran auditorías de los últimos cancilleres-, y compañeritos de la base cobraron sin trabajar. No se quedaron atrás empresarios con incentivos para ser competitivos y generar empleos, dueños de guaguas y carros disfrazados de sindicalistas con subsidios para que no subieran los pasajes, y se cebaron periodistas chantajistas, gordos y coloraos.
Ahora mismo -herencia del pasado reciente- también malgastan recursos del erario los congresistas que se autoasignan cuotas para el clientelismo electoral y partidos multicolores que tiran pa’rriba fondos oficiales, rindiendo cuentas amañadas, y que cuando les se intenta quitarle esa exquisitez, gritan como un cerdo.
Comparemos los dos álbumes, uno impreso y otro digital, en su distancia temporal de 39 años:
El álbum de la corrupción de 1981 del PLD relativo a los tres primeros años del gobierno del presidente Antonio Guzmán Fernández, apenas tenía 8 páginas en un periódico en formato tabloide o mediano tamaño, como son los diarios dominicanos de ahora. Circularon 100 mil ejemplares y los señalados no fueron encartados. O sea, no hubo un expediente judicializado.
El álbum/árbol de la corrupción de 2020 fue ramificado -en distintos momentos y sin etiquetarlo como tal- por el Ministerio Público por la prensa escrita, radial, televisiva y digital. Sus huertos malolientes se bifurcaron, con singular resonancia en las redes sociales, como una especie de síndrome Lynch o patología cancerígena.
Millones de receptores tuvieron la oportunidad de leer las crónicas mediáticas sueltas y voluminosos legajos de las diferentes operaciones selladas con nombres de animales marinos: Medusa, con 12 mil 275 páginas; Anti-pulpo, con 3 mil 345 páginas; Coral y Coral G5, con 3 mil 268 páginas, y Calamar, con 2 mil 120 páginas 8 1/2 x 11, así como Caracol, cuyo número de páginas aún no ha sido conocido. Total de páginas: 21 mil 008.
Adicional a Nelson de la Rosa como el hombre más pequeño del universo, ¿logrará la República Dominicana otro récord Guinness World Record con el álbum/árbol de la corrupción de 2020, identificada con animales marinos?