Haití, colapsó. No funcionan sus instituciones. La autoridad del Estado la sustituyen grupos al margen de la ley. El caos es la “normalidad” en un país en que el hambre, la miseria y la desesperanza parecen ser la “esperanza” de un país mejor.
La clase política tiene mucho que ver con lo que ocurre en Haití, pero, también, los poderes imperiales, como EEUU, Canadá, Francia y Gran Bretaña. Como se ve no es culpa solo de los haitianos, sino que, también, viene desde fuera la desgracia del primer pueblo de América en abolir la esclavitud y alcanzar la libertad.
Como consecuencia de esta situación una parte importante del territorio haitiano, sobre todo, en la capital del país, Puerto Príncipe, es controlado por bandas armadas, que dictan sus propias leyes que, incluso, la propia “autoridad competente” debe acatar.
República Dominicana no puede, jamás, pensarse que ocurre lo mismo que en Haití, ya que hay un mayor funcionamiento de la institucionalidad del Estado y su autoridad es aun respetada.
Aunque el narcotráfico y el crimen organizado operen, incluso, enquistado en los estamentos de poder, como puede apreciarse en los últimos acontecimientos en que congresistas, así como funcionarios forman parte o se investigan como parte de estos grupos criminales.
Aun así, no podemos asegurar que Haití y República Dominicana, alas de un mismo pájaro, que comparten una misma isla, tienen los mismos niveles de violencia e inseguridad, un desafío que ambos Estados deben abordar, porque el bienestar de uno es el éxito del otro.
Se requiere, por tanto, dar seguimiento a lo que ocurre en nuestro país con la violencia, la delincuencia y la criminalidad que no superamos con el cambio de un director de policía, pues con todo y sustitución, los hechos delictivos no cesan.
El secuestro de un cabo de la Policía Nacional por sujetos armados que se desplazaban en dos carros nos indican que estamos en la ruta de que podríamos tener casos similares en este lado de la isla, por lo que deberíamos vernos en el espejo de Haití.