Oscar López Reyes
Sólo en República Dominicana, un “clarividente” como el autodenominado Cristian Casablanca, se considera con pleno derecho –libre de sanción civil y penal- para arrojar desde un alto piso, sin miramiento, una pantalla de televisión hacia una transitada avenida de la ciudad y canturrear contra una universidad, la Dominicana O&M, sin averiguar si sus estudiantes están recibiendo docencia virtual ni consultar a sus autoridades sobre algún tópico de interés.
Desde hace unos meses circulan rumores de que la Universidad O&M sería objeto de una campaña de descrédito y ahogo oficial, para contrarrestar al candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM), Luis Abinader, lo que colocaría a sus patrocinadores en una pendiente enjabonada, censurable anticipadamente, por ser atentatoria contra un segmento poblacional de escasos recursos financieros anhelantes de saberes y progreso.
Sin aceptar subvención del Estado –la única en el país- esta academia ha graduado a más de 60 mil profesionales y cobija en sus aulas a miles de jóvenes de bajos estratos sociales, que se desplazan hasta de Pedernales, Jimaní, Neyba, Elías Pina, San Juan, Ocoa, y otros pueblos del Sur, el Este y el Norte.
Superada en cómoda tarifa de pago sólo por la UASD y con sobrada libertad de cátedra, en la Universidad O&M no impera la politiquería, y pueden atestiguarlo más de 40 maestros de su Escuela de Comunicación Social que son simpatizantes multicolores y asesores de altos niveles, como el Presidente de la República, la Vicepresidenta, la Primada Dama y diferentes instituciones gubernamentales, así como de candidatos. Ningún empleado ni profesor ha visto, hace años, a Luis Abinader en actividades de la academia no obstante ser un legatario, no su rector.
Y, ahora que estamos en una crisis sanitaria por la coronavirus, aprovechamos para advertir sobre talismanes/estafadores mediáticos. Es bien sabido que en barrios, ensanches, emisoras y canales de televisión “expertos” en magias negras y blancas, y en fenómenos sobrenaturales, ofrecen bendiciones, consultas y aseguran que hacen milagros para curar y sacar males diabólicos.
Esos psíquicos, mentalistas o talismanes de la buena suerte afirman que, con el secreto de la selva, sanan todas las dolencias extrañas, conocidas y desconocidas, y que cuentan con fuerzas energéticas para doblegar la voluntad del enemigo dañino.
Ellos se “coronan” parapsicólogos, y no solicitan que les cuenten lo que les afecta, porque solo con verles descubren todo lo que les pasa y, sin pérdida de tiempo, les revelan el nombre, muestran la cara de su malvado y les solucionan los problemas que ningún médico podrá resolver.
Desde consultorios y cabinas radiotelevisivas, los “rompehechicos” aseguran que tienen poderes ocultos para hacer regresar, en pocas horas, a la pareja amada, con el orgullo en el suelo, lágrimas en los ojos y pidiéndole perdón para siempre.
Inteligentes y habilidosos, los llamados clarividentes o curanderos estafan, aprovechándose de las debilidades emocionales de muchos dominicanos, de su ignorancia y sus consabidas dificultades. Y nos quedamos estupefactos cuando leemos que comerciantes pagan hasta un millón de pesos a brujos para que les multipliquen esa cantidad, y “clarividentes” huyen…
Para los psíquicos, habilidosos o estafadores, ¿dónde está la autoridad? Ese mando radica en la aplicación estricta de las disposiciones legales, como está ocurriendo con el toque de queda. Para ser más efectivo y seguir cambiando la cultura del irrespeto, muchas de ellas tendrán que ser más realistas, y que los de arriba la cumplan sin discriminación.
*Autor: periodista-mercadólogo, escritor y artículista, Director Escuela de Comunicación O&M, expresidente del Colegio Dominicano de Periodistas