Alfonso Tejeda
Conseguir una libreta del pasaporte dominicano es una tarea difícil por lo engorroso en que ha devenido el servicio en los últimos meses, muy alejado de la eficiencia y eficacia anterior, cuando el documento se obtenía en apenas horas, por un pago mayor, y hasta en dos días con el importe de la tarifa regular.
La Morena Salazar, a quien siempre acudo para solventar datos y situaciones cotidianas, la oí decir que en una visita que hizo con una amiga a la oficina de Pasaportes, su acompañante le observó que los empleados “estaban con las cabezas bajas”, lo que interpretó como muestra de dedicación a sus labores, disposición esa que descarta que “ahí se estuviera barajando”, y, por lo tanto, que la vagancia sea causa del retraso en la entrega de las libretas.
Muy diferente a una época en que contenía un sello en tinta roja que prohibía el tránsito hacia los países de, “la órbita socialista” (“la cortina de hierro”), el pasaporte de ahora, clasificado como el número 71 en el ranking mundial de esos documentos, permite a los dominicanos viajar a cualquier país, y a 70 de estos se puede ingresar sin necesidad de visado, lo cual significa un cierto respeto.
Aunque esa valoración ha provocado algunos inconvenientes con “poseedores” que lo utilizan para suplantar identidades, también tiene el aval y reconocimiento de artistas como Julio Iglesias, personalidades como Delio Ochoa, guerrillero de Constanza; de políticos extranjeros como Felipe González y de escritores como el premio Nobel Mario Vargas Llosa -ahora dominicano-, Sergio Ramírez, premio Cervantes, y a Gioconda Belli, también escritora, a quien el presidente Luis Abinader se los ofertara, luego de que el dictador Daniel Ortega despojara a ambos de su nacionalidad nicaragüenses como represalia.
Esa es una manera especial de adquirir el documento de viaje, pero la más legítima y legal es la correspondiente a la nacionalidad (aunque la sentencia 163-13 despojó de ese derecho a los descendientes de haitianos nacidos en el país), vía a través de la cual obtuvo su pasaporte, Manuel Rocha, el ahora descubierto “espía cubano”, quien está casado con una dominicana, desde hace años, y por eso le corresponde.
Precisamente por usar ese pasaporte en un viaje a Cuba, desde República Dominicana, vía Panamá, fue el inicio del calvario que espera a Rocha, un hombre muy conocido en el país, donde estuvo sirviendo en el área política como funcionario de la embajada estadounidenses en los ‘90s del siglo pasado, desempeñando entonces lo que grupos dominicanos de izquierda entendieron como una actividad muy diferente al papel que ahora el secretario de Justicia Estados Unidos Merrick Garland le atribuye, y por lo que está sometido.
El descubrimiento como “espía cubano” de Rocha -un diplomático de larga experiencia, quien en un primer contacto con un desconocido revela todos “sus nexos” con la Inteligencia cubana- , es tal vez la razón de la cautela ante el hecho de algunos progresistas dominicanos que están “descifrando” el embrollo al que los confronta ese pasaporte de Rocha, el que ya había adquirido cuando desde la Barrick Gold, en Cotuí, los confrontaba por Loma Miranda, reserva que se quiere engullir la empresa minera, de la que fue su presidente el “doble agente”.
Después de todo, aunque ese pasaporte les revela a muchos progresistas una sorpresa inquietante que los sumerge en un dilema, se mantiene el reclamo ciudadano para que las libretas sean expedidas con la eficacia y eficiencia requeridas.