El sistema digestivo, además de convertir los alimentos que tomamos en energía y material de desecho, es un órgano que está en comunicación constante con el cerebro.
En el intestino se encuentra el sistema nervioso entérico, encargado de “avisar” al cerebro cuando tenemos hambre y cuando estamos saciados, entre otras cosas relacionadas con el aparato digestivo. En él viven millones de bacterias que intervienen en muchos procesos metabólicos, es lo que se conoce como microbiota intestinal.
Este conjunto de microorganismos influye en el sistema inmunológico, en el equilibrio hormonal, en el estado de ánimo y en la función cerebral.
El intestino, y por tanto la microbiota intestinal, tiene tanto control sobre ciertas funciones corporales que también se le conoce como el segundo cerebro.
La dieta y el estilo de vida influyen en la composición de la microbiota. Los alimentos procesados, azucarados, la falta de fibra, la hidratación, el ejercicio, el estrés o los antibióticos pueden tener un impacto negativo en la microbiota, por eso es importante llevar una vida saludable para mantenerla en equilibrio.
“La alteración de la microbiota se ha asociado a cáncer de colon, obesidad, problemas cardiovasculares o diabetes y ahora también los estudios muestran que altera el sueño por lo tanto, cuidar la flora intestinal puede ayudarnos a descansar mejor y cuidando nuestro sueño, podemos evitar alteraciones en el sistema digestivo” afirma la doctora Irene Rubio Bollinger, responsable de la Unidad del Sueño y especialista en neurofisiología clínica del Hospital Quironsalud Sur.
El vínculo que existe entre el sueño y el apetito es muy importante, la falta de sueño puede alterar nuestro apetito, aumentar el ansia de comer y por tanto, influir en el peso.
Esto sucede porque la falta de sueño disminuye la producción de la hormona responsable de la sensación de saciedad, la leptina, y aumenta la producción de grelina, la que nos induce el hambre y regula el apetito. Cuando no dormimos bien, la leptina no le comunica al cerebro que estamos llenos y la grelina le dice que sigamos comiendo, que tenemos hambre.
Una mala digestión o una noche de insomnio puede deberse a algún daño, trastorno o alteración de la flora intestinal, de la microbiota, “un ejemplo muy común es la toma de antibióticos, esta medicación suele eliminar los gérmenes saprofitos del intestino, un microbioma natural encargado de funciones tan importantes como digerir los alimentos, regular el sistema inmune y producir vitaminas como la B12, asimismo, una mala higiene del sueño y una alteración de los ritmos circadianos de sueño-vigilia, provocan una alteración de la microbiota intestinal” explica la doctora Bollinger.
Esta alteración de la microbiota intestinal se conoce como disbiosis, un trastorno intestinal bastante frecuente en personas que trabajan de noche o que viajan muy a menudo a países transoceánicos que implican un cambio permanente del ciclo sueño-vigilia.
Cuando se duerme poco, además, suben los niveles de cortisol, la hormona que compensa la acción de la insulina, lo que hace que se produzca un exceso de azúcar en sangre y por lo tanto, favorecer la obesidad y el sobrepeso.
Una alteración de la microbiota repercute directamente en el nervio vago, el nervio craneal más largo del cuerpo que pertenece al sistema nervioso parasimpático que se encarga de disminuir la frecuencia cardiaca, regular la respiración y las actividades del aparato digestivo como la digestión, además del comportamiento, el estado de ánimo y la respuesta inmune.
En el intestino también se encuentran gran cantidad de receptores de serotonina, un neurotransmisor muy relacionado con el estado de ánimo, el control de las emociones y la salud mental, “el 95 por ciento de la serotonina se produce en el intestino y participa en los intercambios entre el cerebro y el intestino a través del nervio vago, además se ha visto que algunas enfermedades neurológicas aparecen con el paso del tiempo como consecuencia de enfermedades del intestino” añade la especialista en Neurofisiología Clínica.
Está claro que la salud intestinal afecta directamente en nuestro cerebro, así pues, una dieta saludable puede ayudar a mejorar los problemas de sueño. Por ejemplo, tomar más alimentos ricos en fibra, evitar los picoteos nocturnos y cenar, al menos dos o tres horas antes de acostarse para hacer la digestión y no dañar la microbiota antes de dormir, el sueño será mejor y nuestra flora intestinal lo agradecerá.