Oscar López Reyes
La ONU (Organización de las Naciones Unidas), que anda patas pa’bajo en la madriguera de desafíos universales de complejas soluciones, en la transversalización fronteriza República Dominicana-Haití, históricamente ha girado la balanza en favor de la última. Y, en esa ausencia de equilibrio, atenta contra la soberanía y la identidad nacionales. Alerta, dominicanos!
Fundada en Estados Unidos por 51 países, entre ellos la República Dominicana, el 24 de octubre de 1945, cuatro años después la ONU concibió la idea de que la proyección de la sobrepoblación haitiana fuera apiñada en otros espacios físicos, como el territorio dominicano. Así empieza a tejerse el proyecto para fusionar el territorio insular.
En 1949, acota el autor Luis Ventura S., “se publicó en New York una resolución de Naciones Unidas y de la Organización Internacional del Trabajo (sometida-motivada e impuesta por el gobierno de los Estados Unidos), mediante la cual éstos se comprometían (ONU y OIT) a suministrar ayuda a Haití para poner en marcha el Plan Piloto de inmigración de familias enteras hacia otras islas del Caribe”.
En su libro “En un pueblo indolente y servil, autoridades indolentes y serviles”, enjuicia que “La nacionalidad” está “comprometida y vendida por los políticos, a cambio de apoyo político y económico del imperio”, y que hacia otras islas del Caribe “era solo una cortina de humo, toda vez que la intención era empujarla hacia el territorio de la República Dominicana”.
Incontestablemente, el sistema de Naciones Unidas: FAO/agricultura, OIT/trabajo, OPS/OMS/salud, la ONU-Habitat, ONU-Mujer, la ONU-Sida, PNUD-PNUMA/pobreza y medio ambiente, la Unfpa/salud sexual y reproductiva, Unesco/diálogo intercultural, Unicef/niños, UNODC/drogas y delitos, WFP/alimentos, Banco Mundial y IAEA/energía atómica, han hecho aportes inconmensurables.
Sin embargo, otras agencias especializadas, como la ONU/migración, la ACNURDH/derechos humanos, la ACNUR/refugiados, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el PNUD-PNUMA/pobreza y medio ambiente, han sido cuchillos en la garganta de la soberanía y la identidad nacionales.
Sesenta y cinco años -a mediados de abril del 2014-, después de la propuesta original de la ONU, con los ojos como un mime y sin saber que la República Dominicana no es como el pez globo, que se infla para poder sobrevivir, el entonces secretario general de esa organización internacional, Ban-Ki-Moon, le solicitó al presidente Danilo Medina, durante una visita especial a nuestro país, que le concediera la nacionalidad dominicana a todo aquel que diga que nació aquí.
En octubre de 2011, la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hilary Clinton, exhortó -entre la ignorancia y el descrédito- a República Dominicana a que respete a los inmigrantes haitianos y nacionalice a sus hijos. Este desaguisado rodó como un despropósito, porque la Constitución de la República establece claramente bajo cuáles condiciones esta se obtiene.
Esos petitorios del secretario general de la ONU y la secretaria de Estado norteamericana coincidieron con masoquistas o suicidas de la República Dominicana. ¿Qué lástima?
Al margen de que exista o no un proyecto escrito o una agenda encubierta o inconfesada, la incontenible emigración de haitianos, estimulada por sus autoridades ilegítimas en el barrote de la presión de gobiernos y organismos internacionales, conduce a la mixtura de los dos conglomerados disímiles en un espacio geográfico: la República Dominicana.
El espantajo reverbera como un axioma: si en 1920 en la República Dominicana había 28 mil 258 haitianos, conforme el censo de ese año, y un siglo después (2023), esa población de extranjeros se calcula en más de tres millones, está claro que ha estado en marcha un proceso de integración humano-social territorial.
¿Unificación mediante un tratado, una ley o un decreto?
¿Colonización por una presión o un intervencionismo internacional?
¿Asimilación a resultas de la intensa convivencia por
la ejecución de un gran proyecto laboral o un Estado binacional?
¿Fusión informal por aparearse, ayuntarse o juntarse forzado por una circunstancia?
La presión de la ONU y otras instancias del exterior e interna busca empujar hacia dos objetivos:
1.- Que la República Dominicana acoja a todos los haitianos que toquen su suelo, que no sean repatriados y que les ofrezcan –en las mejores condiciones- los puestos de trabajo y los servicios de salud, educación y otros que no puede brindar a sus hijos. El santo y la seña se sintetizan en seis palabras: ¡Ante la desgracia haitiana, solución dominicana!
Para muestra basta un botón (1 de marzo de 2018): cuando desbordadamente ingresan al país ilegales haitianos, “el representante residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en la República Dominicana, Lorenzo Jiménez de Luis, sostuvo que la política migratoria del país va en su justa dirección”.
2.- Que la República Dominicana reforme su Constitución y sus leyes (alegando una supuesta fuerza decisoria de tratados internacionales), y no ejerza su soberanía y autodeterminación en el ámbito de la emigración, para convertir a los haitianos en dominicanos, aunque no se conozcan sus antecedentes personales ni tengan un papel que diga cuál es su nombre.
Otra ilustración: 27 de febrero de 2018, “La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) invocó ayer el diálogo entre la sociedad civil y el Gobierno de República Dominicana para solucionar los conflictos derivados de la migración de ciudadanos de Haití”, es decir, para que sean cambiadas las leyes sobre el desplazamiento humano. El padre de la patria, Juan Pablo Duarte, advirtió que “El gobierno debe mostrarse justo y enérgico…o no tendremos patria y por consiguiente ni libertad ni independencia nacional”.
En su pretensión de doblegar a las autoridades dominicanas para que no se obstaculice el flujo de haitianos, ni éstos sean repatriados, organismos internacionales y diplomáticos acuden a tres mecanismos:
1.- Acusar a la República Dominicana y sus habitantes de anti-haitianos, racistas, xenófobos, neo-fascistas y otros calificativos y estereotipos.
2.- Condenarla en foros y tribunales internacionales, cimentados en declaraciones falsas, reportes interesados y documentos manipulados.
3.- Amenazarla con retirarle los financiamientos exteriores.
Declaración del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Turk, del 10 de noviembre de 2022: “Hace una semana pedí que se detuvieran las deportaciones a Haití, dada la crisis humanitaria y de derechos humanos a la que se enfrenta el país. Me preocupa ver que continúan las devoluciones forzadas de haitianos a Haití desde la República Dominicana”. Acertadamente, el presidente Luis Rodolfo Abinader Corona la calificó de “inaceptable e irresponsable”.
En la prosecución de su ponderado afán y defensa del territorio nacional, el jefe del Estado dominicano ha creado una comisión, integrada por representantes del gobierno, partidos políticos y académicos, para explicar en el plano internacional los perjuicios que acarrea la caótica crisis que se registra en Haití. ¡Adelante…!
Como parte de su agenda -que será extensa-, ya sus miembros se han reunido en Washington con congresistas demócratas y republicanos. Conviene que a esos trabajos sean incorporados, activamente, embajadores de distintos países y directivos del consistente Instituto Duartiano, que puede activar a sus miembros en el exterior. No perdamos más tiempo, porque si no nos movilizamos, perderemos la patria.
*Autor: Periodista-mercadólogo, escritor y artículista, expresidente CDP