Nikola Jokic se presentó a su primera final de la NBA con un objetivo entre ceja y ceja: El de trascender y no dejar a los valientes Miami Heat que saliesen más que lanzados del primero en Colorado. Se cumplió, con tal rotundidad que pone en duda cómo será la final. Los Denver Nuggets vencieron con todas las de la ley (104-93) a unos Miami Heat inofensivos y llenos de fallos. No son las mejores sensaciones.
Jokic no firmó uno de sus partidos para la historia, con 27 puntos, 10 rebotes y 14 asistencias. Pero jugó el partido cómo quiso. Marcó el ritmo, lanzó a su equipo y centró tantas miradas que permitió a Jamal Murray poner el punto más a los Nuggets. Miami, sin gran acierto (13/39 en el triple), se quedó sin fuelle pronto. Ni siquiera el corazón de Jimmy Butler apareció (13+7+7). Las sensaciones no pueden ser más dispares.
Era el deber de Denver.
«No será hoy. No será en nuestra casa», repetía Michael Malone en las tripas del antiguo Pepsi Center. Con esa motivación y una Denver tintada de dorado salieron apretando. Las finales, desde el inicio, se aprovecharon de la fijación defensiva en Jokic, que no tiró en los primeros 11 minutos de juego.Pero ‘Joker’ también hace otras cosas: reparte, marca al rival. Y así nutrió a un Aaron Gordon inmenso de salida, con 12 puntos en el primer cuarto. Miami no despertaba y sólo Butler les mantenía (27-20, 10′).