Oscar López Reyes
La guitarra y la voz, en el bodegón de los tragos que aplacaban su desconsuelo amoroso en el adiós de la noche o el despuntar del Sol, avivaron su talento innato para asentarse como un intérprete de la bachata de la segunda generación. Con vanidad, en centros recreativos nacionales y extranjeros, enalteció el buen nombre de Barahona.
Desde el ocaso de la década de 1960, el placer y los sinsabores de la bohemia nutrieron su popularidad, especialmente en sectores de la clase baja, que gusta de la bachata y rancheras. Compuso y grabó diez piezas musicales, que se difundieron particularmente por Radio Guarachita, que lideró la difusión de este género musical y captó una alta audiencia.
En la década de 1960 en su lar nativo, Barahona, deslumbró como su artista preferido e idolatrado. En velloneras y en labios de sus pobladores se tarareaba: “Sólo penas llevo en el alma”, y “Qué no me hablen de ella/Qué me dejen en paz/en paz!…../Qué soy el culpable de mi triste tragedia”.
Rafael Alcántara Féliz fue traído a la vida por sus padres -nativos de La Peñuela de Cabral- José Alcántara (Josecito) e Isabel Féliz (La Buena), el 24 de octubre de 1944, en Barahona. Sus hermanos fueron Luz, María, Bienvenido, José, Josefa y Dora.
En su adolescencia, en Barahona se desempeñó como limpiabotas, estibador de sacos en el muelle, despulpador de café en la factoría de Américo Melo, donde trabajó su padre, y más adelante como militar, en Villa Vásquez.
Su esparcimiento predilecto fue escuchar boleros en los cabarets -en uno de los cuales conoció a su primera mujer-, y rancheras en el bar Amerasia y el restaurante El Pez Dorado.
Trotamundo circunstancial y accidental, vivió en Duvergé, Tamayo, la capital, Puerto Rico y Nueva York, sin cesar retornaba a Barahona, ensortijado de ensueño y esperanza, por lo que fue bautizado como El Soñador.
Miembro de una familia de compositores y músicos, compuso y en 1964 grabó su canción primigenia: “Tinieblas”, en compañía de su primo Manolín Féliz.
Para producir estas y otras bachatas o canciones de amargaos se inspiraba en su enamoramiento, vivencias en bares, los cabarets y desamor o despechos con las mujeres, que consideraba como “su mal necesario”.
La bachata, una pizca de folklor urbano nacido en República Dominicana en una mezcolanza entre el merengue y el son cubano, en su primera etapa de los primeros años de la década de 1960 fue difundido por José Manuel Calderón, Luis Segura, Rafael Encarnación, Fabio Inoa, Ramón Cordero, Inocencio Cruz, Oscar Olmos, Tommy Figueroa, Bernardo Ortiz y Edilio Paredes.
De esos “boleritos de guitarra” se nutrió Raffo el Soñador en los primeros años de la década de 1970. A esta segunda época también pertenecieron Leonardo Paniagua, Ramón Isidro Cabrera, Olivio Acosta, Confesor González, Mélida Rodríguez y Blas Durán. En otras etapas, el técnoamargue (predominio de instrumentos electrónicos) se superpopularizó en República Dominicana, Estados Unidos y Europa.
En 1971, Raffo el Soñador se mudó de Barahona a Santo Domingo y contó con el respaldo de Radhamés Aracena, propietario de la disquera La Guarachita, ubicada primero en la calle El Conde y luego en la avenida Duarte número 22 casi esquina Benito González. El también dueño de Radio Guarachita la puso en boga.
Radio Guarachita divulgó profusamente las canciones “Nostalgia” y “Quisqueya”. También sus piezas musicales “No me hablen de ella”, “El Soñador”, “Entre abismo y envidia”, “Madre ausente”, “Arrepentido”, “No puedo olvidarla”, “Cadena de tragedias” y “Jamás volverás”.
Galante y ufano, pronto emigró a Puerto Rico, donde grabó con la orquesta de cuerdas del maestro José Meriño, y luego se trasladó a Nueva York, donde también tuvo buena aceptación. Imprimió su primer LP en Jaysina Enterprises Studios, en el 143 West 51 Street, y laboró como agente de seguridad bancaria.
En Nueva York, entre 1970 y 1976, las desgracias le impactaron emocionalmente. Murieron su padre Josecito, sus hermanas Luz de un infarto al miocardio; su esposa Pura, nativa de Villa Vásquez; pereció en un accidente de tránsito y luego en otro similar su hijo Roberto. Entonces escribió: “Para mí todo acabó/sólo pena llevo en el alma”. “Cadena de tragedias”.
A partir de esas calamidades, comenzó a reflejar trastornos psíquicos –en su habitación lloraba todos los días-, en virtud de que se dejó arropar de un sentimiento de culpabilidad. Su esposa Pura fue arrollada por el vehículo cuando fue a buscarle ropa limpia en una lavandería, un sábado sagrado, antes de ella asistir a la Iglesia Adventista.
Cuando vivía fallecieron en Santo Domingo sus hermanos María y Bienvenido, en el 2007 en Nueva York su madre Isabel Féliz y en el 2008 su otra hermana Dora.
Afligido, peregrinó por México, donde se unió sentimentalmente con Lupita, con quien engendró a Roberto (Betty), Justicio y Lisaberth Alcántara. No pudo subsistir de la música, fue abandonado por su consorte, en un intento por “secuestrar” o sustraer a sus hijos fue encerrado en una prisión (donde sufrió maltratos psicológicos), y deportado a Estados Unidos.
Posteriormente regresó a la República Dominicana, donde compuso y grabó “Qué no me hablen de ella/Qué me dejen en paz/en paz”, o “que murmuren/que digan lo que quieran/que yo soy un cobarde/que no tengo valor/que soy el culpable de mi triste tragedia”.
Los sinsabores y la angustia lo sumergieron en las garras del alcohol y las drogas, que arruinaron sus facultades mentales. Se dedicó entonces a deambular y mendigar por las calles de Santo Domingo y de Barahona. En esa adversidad, en calzadas y calles a compueblanos cantaba por 10 o 50 centavos.
Habitantes de Barahona socorrieron a su artista. Auspiciaron un radiomaratón y con los recursos captados fue recluido en el hospital psiquiátrico Padre Billini, en el kilómetro 28 de la autopista Duarte, a los fines de su recuperación.
Escapó de ese centro de salud, y residía en la manzana A de la urbanización Cancino II, desde donde salió la tarde del 21 de enero de 1985 -Día de Nuestra Señora de la Altagracia-, hacia el puente Francisco del Rosario Sánchez o 17. Después de un tiempo colocado en sus barandillas, se lanzó hacia el vacío y quitó la vida, a los 41 años de edad.
Inerte, fue rescatado del río Ozama por una brigada acuática del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo, y trasladado al hospital Darío Contreras. Luego de ser identificado, porque no poseía documentación personal, familiares y amigos lo trasladaron a su Barahona querida.
Tras ser velado en la funeraria El Angel y en la glorieta del Parque Central, fue llevado a la Iglesia Santa Cruz, donde le oficiaron una misa de cuerpo presente. El cortejo fúnebre arribó hasta el cementerio municipal de la calle María Montez, acompañado por la Banda de Música Municipal, al intervalo de la interpretación de sus canciones. Se estampó como una masiva y memorable expresión de solidaridad y pesar.
En el 2010, Justicio Alcántara Junior, hijo de Raffo y también cantante, viajó desde Carolina del Norte, Estados Unidos, donde residía entonces junto a sus dos hermanas, para conocer la tierra natal de su progenitor y visitar su tumba. Desde norteamericana le acompañó, conforme el digital El Barahonero, Smith Féliz, solista y amigo de la familia Alcántara, y en Barahona Jhonny R. Gómez y Daisy Féliz Alcántara, sobrinos de Raffo el Soñador.
Al no ser valorado por su tenacidad en el galopar como un nómada, pronunciando con altivez, en escenarios y camerinos, el patronímico Barahona, moradores del sector Nuevo Amparo de Villa Central decidieron, por motus propio, ponerle el nombre de Raffo a una de sus calles.
Y el 19 de septiembre de 2022, la Asociación de Gestores Culturales de Barahona (Asogeculba) le dedicó el Premio de Oro, en un emotivo acto celebrado en el auditorio Antonio Méndez del Centro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Esos gestos habrán de remozarle en su cripta, para liberarlo, imaginariamente, de la tristeza, la amargura y la pena, y renovarle el espíritu para seguir enamorado de su pueblo y la balada romántica.
*Autor: Periodista-mercadólogo, escritor y artículista de El Nacional, expresidente CDP