Miguel Ángel Figuereo
Hoy, con el deseo de vivir de un joven de 20 años, repasando la historia de los años vivido, donde resaltaba el respecto a las leyes, a los mayores, al cuidado del medio ambiente, a la lectura formativa en sentido general y el amor por su pueblo, es la realidad que vive el compadre Ignacio, esa fue la descripción que le hizo el profesor Alejandro a su adorada esposa, Doña Dilcia, para de inmediato invitarla a prepararse para visitar al compadre, que se encuentra aquejado de salud.
Sin casi poder pronunciar una palabra, llena de sorpresa, con un nudo en la garganta y con lágrimas en los ojos, le pudo preguntar su esposa, – ¿qué le paso al compadre, si él nos dijo ayer que iba a la capital hacerse los chequeos médicos, pero que estaba bien.? Le requería al esposo, mirándole los ojos, pidiéndole una explicación rápida. Con la paciencia que le caracteriza, donde Alejandro, le reitero la invitación a su mujer que se alistará que el trayecto le daba las explicaciones que él conoce; le aclara que no son muchas, porque aún no lo ha visto, fue Carlos, hijo del compadre que le informó que había sufrido un accidente y que está muy pensativo.
Con un paso lento producto de los años, el profesor Alejandro y Doña Dilcia, llegaron a la casa del compadre, con lágrimas en los ojos, solo llegaron a proclamar. ¿Qué le pasó mi compadre?, dijeron al unísono, como si antes hubo un ensayo para coincidir en la pregunta. Antes de ofrecerla respuesta su pregunta, don Ignacio, pidió a Carlos, su hijo que le ayude a sentarse en la mecedora que estaba en la habitación.
Ya sentado, con una tasa de café que le brindó su esposa, Doña Clara a todo, comenzó a explicarles, – mientras iban la capital, en los tantos policías acostados que se han instalados en carretera, en uno de esos pueblos, que dice no recordar, instalaron tres de esos obstáculos, uno de ellos sorprendió a un chofer y cuando iba para encima del carro donde él viajaba, el chofer, su nieto, trato de evitar el accidente, pero el vehículo se fue a cuneta y eso provocó que la hernia que tiene en la columna se desajustará, el yeso en el brazo derecho, fue porque sufrió una pequeña rotura en el ante brazo, lo van a operar dentro de 20 días, acotó, para luego decir, eso no es nada mis compadres, pronto estaremos bien, no se preocupen, aseguró mirándole a los ojos mientras lloraban.
Pasándole el pañuelo a doña Dilcia para que se secará las lágrimas, el profesor Alejandro, cruzó sus piernas y dijo que mientras él fue síndico de pueblo, la Sabana, le pidieron la construcción de policía acostado en la autopista, él siempre se opuso y no lo hizo, explico para luego agregar que siempre fue partidario de una educación ciudadana a los choferes para que hagan conciencia del respecto a la velocidad fijada por la autoridad, igualmente a la población para que no hagan de las carreteras interprovinciales, sus parques, lugares de diversión y los mercados públicos de los pueblos. Aseguró que reconoce que en casi todos los países de la región existen reductores de velocidad en las carreteras, pero bajo el control de las autoridades, con tamaños, tipos y especificaciones que tienen que cumplirse. Fue entonces que intervino el compadre Ignacio, para en termino de broma decir, compadres, esos eran generales, refiriéndose al tamaño, eran muy grandes y para los vehículos pequeños resultan difíciles de cruzar.
Don Alejandro, dijo que él tiene un amigo en el ministerio de Obras Publicas y le va a solicitar que se agilice la aprobación del proyecto de ley control vial para evitar que caso como este se produzcan y que son frecuentes en la zona, para luego agregar que esos obstáculos cruzarlos en horas tarde de las noches, son un peligro, porque se prestan para cualquier cosa. Los compadres se abrazaron y se despidieron, bajo la promesa de verse muy pronto.