Cuando el médico recibe un paciente con una dolencia, la cirugía es el último recurso al que acude para devolverle la salud. En los tribunales, cuando un acusado es llevado ante el juez, la prisión es la última opción entre otras tantas.
La intervención militar, cuando se trata de la soberanía de una nación, tiene que ser el último recurso al que se acuda para lograr que un determinado gobierno, que en algún momento abandono el camino de la democracia, lo retome.
Ese recurso, entonces debería contar con el respaldo mayoritario de las demás naciones, antes de pensar en una intervención militar que pudiera provocar muertes, destrucción y dividir a las familias de una nación.
En el día de hoy en el mundo tenemos 194 países soberanos. Naciones reconocidas por la Organización de las Naciones Unidas con autogobierno y una independencia total.
Entonces, 12 países no deberían asumir la responsabilidad de provocar sangre, destrucción y separación familiar en una nación soberana, independiente y democrática.
Un presidente no escogido mediante el voto soberano de un pueblo, no puede abrogarse el derecho de pedir una intervención para un país que cuenta con un gobierno escogido en elecciones soberanas.
De 194 países, 50 dicen reconocer a Juan Guaidó como presidente y 12 se dan el poder de llevar una guerra imprudente. Digamos no a la intervención militar en Venezuela.