Oscar López Reyes
Desde el 8 de diciembre de 2019, los pobladores del planeta tierra coexisten en ascuas, por el miedo, la incertidumbre, la desconfianza y el rompecabezas de no saber cuándo, por rozar o topar a un congénere, quedarán acatarrados por un invisible y lacerante virus que tumba en la cama y sucumbe en la necrópolis. Ese día fue detectado, en Wuhan, China, el primer brote de una rara neumonía, que se propagó velozmente, en un rito de enigmáticos. ¿Por qué esa rauda replicación?
En un breve intervalo, los infectados aumentaron a 44, y el 31 de diciembre la Comisión Municipal de Salud de Wuhan reportó oficialmente la epidemia, bajo la denominación de Covid-19. Y, por la amplia diseminación extraterritorial de ese huésped inhóspito, el 11 de marzo fue declarado como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La Covid-19 integra la vasta familia de coronavirus que acogota a animales y humanos, y se entromete con más contagiosidad que sus antecesores, el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS-coV 2003, Asia) y el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV 2012, Arabia Saudita). Modelos estadísticos y matemáticos de científicos de distintas universidades infieren que un infestado transmite la enfermedad viral -con una sintomatología desde 0 hasta grave- a 2.2 y 6.5 personas, vía las gotículas o saliva al toser o exhalar, y se contrae cuando el receptor se toca los ojos, las fosas nasales y la boca.
Tres son las localizaciones causales moleculares (biológicas) y sociológicas (humano-sociales) que fraguan y aposentan la espigada tasa de penetración del virus en los tejidos humanos:
1.- Alta facilidad de infectación del virus. Para ilustrar sobre la transmisión, genetistas, infectólogos, virólogos, neumólogos y otros especialistas citan como ejemplo la llave y la cerradura: los coronavirus están conformados por una envoltura en la cual se incrustan unas púas pequeñas, semejantes a una corona, denominadas espículas. Los científicos explican que esa llave maestra es activada por una enzima de la célula huésped llamada furina, y que la pronta multiplicación del virus radica en la inserción de cuatro aminoácidos: Arginina-Arginina-Alanina-Arginina (RRAR), que interaccionan con una nueva molécula: la neuropilina, la cual embiste los pulmones, los más vulnerables por su tamaño, y también a los riñones, el intestino delgado, el corazón, el hígado y otros órganos.
2.- Los viajes internacionales, en aeronaves y cruceros, con fines de trabajo, turismo, negocios, estudios y familiares. El virus se expandió prontamente a Tailandia, Japón, Beijing y Shenzhen, en China; Estados Unidos, Francia, Filipinas, Egipto, África y otros territorios. El primero de marzo fue revelado el primer infectado en República Dominicana, un italiano que arribó el 22 de febrero, procedente de su país.
3.- Comportamiento social: contactos entre personas, en el accionar en familias, centros laborales y estudios, vehículos, encuentros sociales, conversaciones grupales, etc., por lo general sin cumplir el distanciamiento físico, sin usar mascarillas ni higienizar después las manos con jabón y gel antibacterial.
A la fecha, la Covid-19 ha contagiado a más de 75 millones de personas en el mundo, y llevado a la tumba a cerca de un millón 700 mil, en tanto que en República Dominicana suman cerca de 160 mil los afectados y más de 2 mil 400 los fallecidos.
¿Cuándo y cómo cesará este calvario?
Especialistas de la medicina, mucho menos el conjuro de videntes o magos, no están en capacidad de predecir con exactitud cuándo y cómo terminará el Sars-Cov-2, aunque los primeros -lógicamente- aportan datas para aproximarse a ese desenlace. Entresacando conceptos de su enjundioso lenguaje técnico-científico, e interpretándolos, podemos diseñar dos escenarios posibles que pondrían fin, en cronogramas indefinidos, a esta anormalidad epidemiológica.
Primero: el tratamiento efectivo con un medicamento. La Organización Mundial de la Salud (OMS) aguarda que las primeras vacunas estarían listas oficialmente para mediados del 2021, pero restringidas para los grupos de alto riesgo: personal médico, enfermos de alto riesgo y mayores de edad. Las dosis masivas (entre un 60% y un 80% de la población) serían aplicadas en el 2022, para reducir su impacto, en un ensayo que no se tiene la seguridad de si erradicará la dolencia.
Segundo: la convivencia o coexistencia con el virus. El cansancio por el confinamiento y la obligación de salir a producir para subsistir y acudir a centros y plazas conlleva a un contagio o -como contraindicación- a desarrollar inmunidad y propiciar que el microorganismo pierda energía. Numerosos virus, que desde 1331 y 1445 han causado cientos de millones de muertes, se han resistido a la desaparición, como la peste bubónica o peste negra, la malaria, la tuberculosis, la lepra, el sarampión, el polio, el VIH, el ébola, el cólera, la gripe porcina (H1N1), el Sars y el Mers. La ciencia sólo ha podido erradicar la peste bovina y la viruela y, en una altísima proporción, la Gripe Española de 1918, que derivó en un resfriado común que aún circula en los conglomerados humanos.
Desde milenios, agentes microscópicos infecciosos han sido estrangulados por fármacos, como las vacunas; los incendios de aldeas o ciudades, el cambio de clima, la eliminación de animales, la cuarentena, el distanciamiento físico/social y las dinámicas de limpieza e higiene. Otros patógenos han burlado estos mecanismos, se han hecho endémicos y cohabitados con los humanos, con sus consabidos estragos.
Cuando las hospitalizaciones y ceremonias fúnebres atípicas bajen -a mediados del 2021 o 2022- a un porcentaje mínimo, o se esfumen, como derivación de la “inmunidad del rebaño”, comenzará la transición gradual a la nueva normalidad. Expertos están dubitativos en cuanto a una vacuna para prevenir la infección validada con ensayos clínicos muy apresurados -que sería la más rápida fabricada en la historia de la humanidad-, en cinco perchas: a) efectividad, 2) seguridad, 3) adecuada distribución masiva, 4) el porcentaje de la población que se dejaría inyectar, y 5) los efectos secundarios de la vacunación.
Los aterrorizantes rebrotes avizoran señales -aprecia la OMS- de una segunda ola de contagios, que los próximos dos años -2021 y 2022- van a ser críticos, y que “no vamos a conseguir la inmunidad de rebaño de inmediato”.
Superadas las citadas incógnitas en los años previstos -con la gracia de Dios-, y protegidos los sistemas inmunológicos, ancianos, jóvenes y niños regresarán rutinariamente, sin aprensión, a los recintos de trabajo, estudios, médicos y deportivos; a las informales tertulias hogareñas, restaurantes, cines, viajes terrestres, aéreos y marítimos; gimnasios y conciertos multitudinarios. A la sazón glosaremos, entreabriendo los ojos sin parpadear, las peripecias del coronavirus, en el paisaje post-pandemia más venturoso y risueño.
*Autor miembro-fundador, Círculo de Periodistas de la Salud (Cipesa), participante de II Reunión Comunicación y Salud OPS/OMS, Brasil, 2002, y actual director Escuela Comunicación Social O&M.