Salvador Santana
El profesor, narrador y poeta Luesmil Castor Paniagua, acaba de publicar su obra narrativa “El Ojo del Hechizo y otros relatos Mágicos Religiosos“.
Decidido este autor a no crear de acuerdo a mareos conceptuales de moda, consciente como escritor de que en la historia de la literatura ha habido movimientos cuya moda dura algunos años y luego desaparecen, sin aportar ni en lo más mínimo al curso de la historia literaria, prefirió el camino seguro de su experiencia y de su dotes narrativos.
No es fácil formarse un juicio bastante justo sobre la obra de un autor, puede suceder, que seis críticos distintos puedan tener puntos de vista distintos sobre un mismo autor.
Pero percibo que Luesmil Castor ha logrado una pieza arquitectónica importante con la acumulación de datos reales sobre hechos imaginarios, al darle una forma de conjunto. Aprovecha, además, aquella sentencia de Flaubert cuando dice: “Pero si una narración es tan aburrida, como un mamotreto científico, entonces, buenas noches, porque el arte se acabó“.
En la lectura de estos relatos, siempre se mantuvo alerta mi curiosidad de lector y nunca decayó.
Estos relatos del Ojo del Hechizo, nos describen la relación entre la sensibilidad mística y el irracionalismo de unos hombres, en un escenario en donde el límite de lo vivo y lo muerto se desvanece. Sus personajes poseen todas las características del antihéroe de la era industrial. Resurgen de su vaporosa existencia para asumir dolores sin salidas. Allí donde lo mágico delirante se nos ofrece por medio de la ironía.
Lo mágico en la literatura occidental nos llega desde la tragedia griega, que nos permitió descubrir a través de Sofocles y otros autores de su época, que en ese mundo mágico que describieron, el destino pesaba sobre los hombres.
Borges, en su libro Historia Universal de la Infamia, incluye varios relatos sobre la magia: Un Teólogo En La Muerte, El Brujo Postergado y El Espejo de Tinta y otros. Me refiero a Borges, porque fue un escritor que tuvo una influencia importante —según el crítico uruguayo de la novela Latinoamérica Emir Rodríguez Monegal — sobre escritores como García Márquez, Julio Cortázar y Cabrera Infante, que son puntales del famoso boom de la novelística latinoamericana.
El buen escritor es aquel que es capaz de asimilar y coordinar un gran número de aportes que la tradición nos deja, además de agregar el talento propio.
Albert Camus, en su drama Calígula, pone en boca de este en un diálogo con Helicón: “El mundo no es soportable. Por eso necesito la luna, la dicha o, la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo“. Y Herbert Read, criticó inglés afirma: “que la normalidad es en sí mismo una neurosis, una evasión de la realidad de la vida.
En esa percepción metafísica de la vida, discurren los personajes de los relatos del Ojo del Hechizo. La buena literatura no es más que lengua cargada de significado, dijo Ezra Pound.
En esa voluntad artística de abandonar el mundo moderno, se puede apreciar con claridad, que el objetivo del narrador Luesmil Castor Paniagua, es resaltar ese mundo vernáculo de creencias religiosas y supersticiosas, pero con cierto rigor estético narrativo, de manera inmanente.
El secreto del arte de éxito popular está, en el arte de no agregar una página más de las que el lector normal puede asimilar a través de una lectura rápida. Porque es así como se lee ahora. Ese es uno de los aciertos de El Ojo del Hechizo.
* Autor es Escritor, poeta y narrador, Miembro de la generación del 70 de la literatura dominicana.