Xavier Carrasco
Las recientes declaraciones del politólogo Belarminio Ramírez han puesto sobre la mesa una realidad que muchos analistas han señalado desde hace tiempo: mientras Leonel Fernández y Danilo Medina sigan siendo las figuras dominantes de la oposición en República Dominicana, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) tiene asegurada su permanencia en el poder.
La historia política dominicana nos muestra que los grandes liderazgos, cuando no son capaces de superar sus diferencias, terminan hundiendo los proyectos que alguna vez encabezaron.
Así ocurrió con el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en los años 80 y 90, donde la rivalidad entre José Francisco Peña Gómez y Jacobo Majluta impidió que el partido blanco pudiera consolidarse en el poder.
Lo mismo sucedió en 2019 dentro del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), cuando la lucha interna entre Fernández y Medina provocó una fractura que dio nacimiento a la Fuerza del Pueblo (FP) y debilitó seriamente al PLD.
Hoy, el escenario es similar. Tanto el PLD como la Fuerza del Pueblo siguen controlados por estos dos ex presidentes, quienes, a pesar de su experiencia y trayectoria, han demostrado que no están dispuestos a ceder espacios ni a unir fuerzas en contra del adversario común: el PRM.
Sin una oposición cohesionada, el gobierno de Luis Abinader y su partido tienen un camino despejado para seguir acumulando victorias electorales.
Las encuestas reflejan que, en un escenario de división, la oposición tiene pocas posibilidades de derrotar al PRM en 2028. Pero, ¿es posible un acuerdo entre Leonel y Danilo? Hasta ahora, todo indica que no. Sus egos, heridas políticas y estrategias personales parecen pesar más que el interés de sus propios partidos o del bloque opositor en general.
Sería ingenuo pensar que la estabilidad del PRM está garantizada únicamente por la división de la oposición. Algunos sostienen que la historia podría repetirse dentro del partido de gobierno, como ocurrió con el PRD y el PLD, donde las luchas internas por la sucesión derivaron en fracturas. En este sentido, se ha planteado que la competencia por la sucesión de Luis Abinader podría generar un escenario similar.
Sin embargo, hay una diferencia clave: en el PRM no existe una figura con un liderazgo tan fuerte y trascendental como el que en su momento tuvieron José Francisco Peña Gómez, Danilo Medina, Leonel Fernández.
La única persona que podría representar un reto interno es Carolina Mejía. No tanto por su estructura propia, sino por el respaldo que podría recibir de su padre, Hipólito Mejía, quien lidera una de las facciones con mayor peso dentro del partido.
En el PRD y el PLD, los conflictos internos surgieron porque sus líderes tenían una base de apoyo que iba más allá de las estructuras partidarias, lo que les permitía desafiar el control institucional de sus organizaciones.
En cambio, en el PRM, los aspirantes presidenciales dependen mucho más del partido y su estructura para proyectar sus candidaturas, lo que reduce la posibilidad de una división significativa. Aunque habrá competencia interna, es difícil que surja una lucha de poder con la misma intensidad que la que fragmentó a sus predecesores.
En otras palabras, mientras la oposición siga dividida por los egos de sus dos grandes líderes y el PRM mantenga su unidad, el partido de gobierno tiene todas las condiciones para seguir en el poder.
La única incógnita es cuánto tiempo más podrá sostenerse este equilibrio. Pero, al menos por ahora, todo apunta a que el PRM tiene la ventaja y la oposición sigue atrapada en su propio laberinto.