Xavier Carrasco
El matrimonio, tradicionalmente considerado la base de la familia y la sociedad, enfrenta desafíos significativos en la República Dominicana.
Las estadísticas recientes reflejan una tendencia preocupante: en 2023, se registraron 47,027 matrimonios y 25,914 divorcios, lo que implica una relación de 55.10% de divorcios por cada 100 matrimonios.
Aunque esta cifra representa una disminución en comparación con años anteriores, donde la tasa de divorcios alcanzó el 63% de los matrimonios, sigue siendo alarmante.
La disolución matrimonial no solo afecta a las parejas involucradas, sino que también tiene repercusiones profundas en los hijos y por ende, en la sociedad en general.
Los niños provenientes de familias disfuncionales o con padres ausentes pueden desarrollar conductas como la búsqueda constante de atención, aislamiento social, apego evitativo o dependencia emocional de relaciones externas. Estas experiencias pueden traducirse en dificultades emocionales y sociales que afectan su desarrollo y bienestar.
Además, la falta de apoyo familiar y la presencia de conflictos constantes en el hogar pueden conducir a problemas de comportamiento en los niños, incrementando la violencia, abusos y vicios en la sociedad.
La ausencia de una estructura familiar sólida y funcional dificulta la formación de individuos emocionalmente estables y socialmente responsables, lo que, a largo plazo, impacta negativamente en la cohesión y el progreso social.
Es esencial reconocer que la familia es más que la suma de sus miembros; es un sistema dinámico que debe satisfacer necesidades materiales, sociales, culturales, espirituales y afectivas. Cuando este sistema falla, las consecuencias se reflejan en la salud mental y el comportamiento de los individuos, especialmente en los más jóvenes.
Si bien no es una regla absoluta, podemos afirmar que un porcentaje muy elevado de los antisociales de la sociedad provienen, en gran medida, de familias disfuncionales o de hogares que han enfrentado crisis que no han podido superar.
Nunca la familia había enfrentado una crisis tan profunda como la que se vive en la actualidad, marcada por la desintegración, la pérdida de valores y los desafíos socioeconómicos que afectan su estabilidad y función dentro de la sociedad.
Para mitigar los divorcios y la disolución familiar, es fundamental promover la educación emocional y la comunicación efectiva desde la escuela, así como ofrecer asesoría prematrimonial y apoyo psicológico a las parejas.
También es clave implementar políticas públicas que faciliten la conciliación laboral y familiar, reducir la presión económica y fomentar valores de compromiso y resiliencia.
Además, campañas sociales pueden revalorizar el papel de la familia, incentivando el diálogo y la solución de conflictos antes de recurrir a la separación. Estas acciones contribuirían a fortalecer los lazos familiares y a construir una sociedad más estable.
La creciente tasa de divorcios y la prevalencia de familias disfuncionales en la República Dominicana son indicadores de que la institución matrimonial enfrenta desafíos significativos.
Es imperativo abordar estos problemas desde una perspectiva integral, promoviendo la comunicación efectiva, el apoyo emocional y la educación en valores dentro del núcleo familiar, para mitigar su impacto negativo en la sociedad.