Tomás Aquino Méndez
Nunca pensé que sería algo tan espectacular. Tan masivo y de tanta solidaridad. La noche del 29 de noviembre fue memorable. Cuando me inicié en estas labores del periodismo lo hice impulsado por la organización a la que pertenecía en ese momento: el Movimiento Popular Dominicanon (MPD). El objetivo era dar a conocer lo que estaba pasando en la región.
Recuerdo que mi primera información guardó relación con la quema de los cañaverales del Ingenio Barahona. Los braceros acusaban a los guarda campestres de incendiarlos para quedarse con el dinero de la limpieza. Era el año 1974. Era una práctica grave y cuestionable. Una real mafia en el Consejo Estatal del Azúcar. Ese fue mi bautizo.
Recibir el Premio de Oro por mi trayectoria, de manos de la Asociación de Gestores Culturales de Barahona me enorgullece. Más aún porque un tamayense como yo, José Marte del Carmen Montero, tuvo la gentileza de leer el contenido de aquel hermoso documento.
La recepción que me dieron Néstor de Jesus Laurens, Miguel Ángel Figuereo, Benny Rodriguez es indescriptible. Los emotivos aplausos, que como director de orquesta, encabezaba el también tamayense Melton Pineda.
El abrazo afectuoso de la joven promesa del periodismo Kirsy Mendez, me llegaron a lo más profundo. Me sentí profeta en mi tierra. Allí ratifique mi vocación y mi compromiso con mi amada región.
Seguiré levantando la voz mientras me quede un hálito de vida, reclamando más atención de parte de los gobernantes. Clamando por un mayor compromiso de funcionarios y legisladores de la zona.
Abogando por la unidad que permita que juntos, logremos hacer del suroeste, la tierra de progreso, desarrollo y producción que hemos anhelado. Gracias Región Enriquillo por tanto cariño. Llevaré con orgullo este reconocimiento, merecido y justificado.