«No hay viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige».
«Dondequiera que haya un ser humano, hay una oportunidad para la bondad».
Decenas de frases como éstas aparecen en internet firmadas por su autor Séneca el Joven casi 2.000 después de su muerte.
Y es que, además de haber sido un célebre retórico, satírico, autor de libros de historia natural y dramaturgo, también escribió varias obras de filosofía moral, con todas esas lecciones que hoy pululan en el mundo virtual.
De esos escritos, surge una visión de la virtud que consistía en vivir sabiamente.
Séneca creía que había una razón divina omnipresente que domina el mundo: decía que el hombre sabio sería capaz de discernirla y seguirla voluntariamente, en lugar de dejarse arrastrar por una fe arbitraria.
Para ser virtuoso había que comprender tus pasiones, que eran inevitables, y aprender a lidiar con ellas para que prevaleciera la razón.
Toma por ejemplo la rabia, sobre la que escribió en un famoso ensayo titulado «Sobre la ira».
El sentimiento brota porque tú tienes una visión de algo malo que sucedió.
No puedes cambiar lo que ya pasó pero sí tu opinión sobre ello: puedes acallar tu ira diciéndote que no fue con intención o que no fue tan grave o, si nada funciona, restarle importancia.
Esa, según él, era la única manera de vivir de acuerdo con el logos, el aliento divino del mundo.
Si esa idea te suena familiar es porque viene de una de las escuelas filosóficas que más profundamente han influido el pensamiento occidental: la estoica.
Fundada en Atenas por Zenón de Citio en el siglo III a.C., enseñaba que la virtud, el bien supremo, se basaba en el conocimiento; los sabios viven en armonía con la Razón divina que gobierna la naturaleza, y son indiferentes a las vicisitudes de la fortuna y al placer y al dolor.
Sus ideas están presentes en el cristianismo, el budismo y en las reflexiones de varios filósofos modernos, como el alemán Immanuel Kant, e incluso en la terapia cognitivo-conductual, una de las más comunes y mejor estudiadas técnicas de psicoterapia.
Aunque Séneca no se limitó a esa escuela filosófica, tomando prestadas ideas de otras, como el epicurismo, el estoicismo fue una constante en su vida y él, uno de sus pensadores más conocidos.
Pero también uno cuyos escritos, entre los de filósofos antiguos, son de los más legibles, en parte porque varios son cartas a sus amigos.
De sus «Epistulae Morales ad Lucilium», 124 cartas que escribió hacia el final de su vida, aproximadamente entre el 63 y el 65 d.C., están repletas de consejos.
3 lecciones para mejorar el yo interior
1. Encuentra un ancla
En sus cartas, Séneca insta a Lucilio a elegir un modelo a seguir que le proporcione un estándar de vida.
«Elige a alguien cuya forma de vida, así como sus palabras y su mismo rostro reflejen el carácter subyacente que se ha ganado tu aprobación.
«Apunta siempre a él, ya sea como tu guardián o como tu modelo.
«En mi opinión, se necesita alguien que sirva de estándar para medir nuestra personalidad.
«Sin una regla con la cuál medirte, no podrás enderezar lo torcido».
2. No te compares con los demás
Suena contradictorio pero una cosa es tener un modelo y otra es el desperdicio infructuoso de energía que es compararse con otros o preocuparse porque nos juzguen.
Lo que debe preocuparte es tu propósito propio: el progreso positivo.
«¿Por qué preocuparse por los demás, llegado el caso, cuando uno se ha superado a sí mismo?
«Ponte un límite que no puedas superar ni siquiera si quisieras, y dile por fin ‘adiós’ a esos premios engañosos, más preciosos para quienes los esperan que para quienes los han ganado.
«Si hubiera algo sustancial en ellos, tarde o temprano traerían una sensación de plenitud; tal como están, simplemente agravan la sed de quienes los tragan”.
3. Lucha contra tu ego
Para Séneca, el exceso de autoestima era una indulgencia peligrosa pues podía impedir el aprendizaje y el progreso.
“El principal obstáculo es que rápidamente estamos satisfechos con nosotros mismos.
«Si encontramos a alguien que nos llame buenos, cautelosos y con principios, le creemos.
«No nos contentamos con un elogio moderado, sino que aceptamos como un hecho cualquier adulación que descaradamente se apile sobre nosotros.
«Concordamos con quienes nos llaman ‘mejores y más sabios’, aunque sabemos que a menudo dicen muchas falsedades: nos complace tanto que queremos ser elogiados por virtudes contrarias a nuestro comportamiento.
«Un hombre se oye llamar ‘misericordioso’ mientras inflige tortura…
«Por lo tanto, no queremos cambiar porque creemos que ya somos excelentes».
Vivir al máximo
Además de sus cartas, Séneca escribió al menos 8 tragedias sangrientas, con un elevado número de cadáveres y fantasmas, que le sirvieron de inspiración a William Shakespeare para su «Tito Andrónico» y «Hamlet», y a Thomas Kyd, en su «Tragedia española».
Y también 11 diálogos morales, entre ellos «Sobre la brevedad de la vida», en el que reflexiona sobre nuestro recurso más importante: el tiempo.
Es en ese ensayo en el que aparece una de sus frases más famosas:
«No es que tengamos poco tiempo para vivir, sino que desperdiciamos mucho».