Oscar López Reyes
Ucrania espolea como una mecha encendida, en el balcón que acecha para el desventurado uso de armas nucleares. Y es que la contienda geopolítica por el dominio universal entre las dos superpotencias imperialistas, Estados Unidos y la Federación Rusa, ha colocado a la humanidad a las puertas de un hollín atmosférico, que decretaría la muerte por hambruna de más de 5 mil millones de personas, o sea, del 65% de los habitantes del planeta, que son 8 mil millones.
El 24 de febrero de 2022, Rusia invadió a Ucrania, mediante una “operación militar especial” en Donetsk y Lugansk, en resguardo de las disputadas Crimea y Donbás, bajo la argumentativa de que era para proteger su soberanía ante la proximidad de que Ucrania ingrese a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lidereada por Estados Unidos, padre y hada madrina de las cruentas hostilidades.
La casus belli de la correría castrense del émulo de Pedro el Grande y otros zares, y tocayo de Vladimir Ilich Lenin, fundador de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se funda en envolturas históricas y político-militares, en la pretensión del Kremlin de rescatar los territorios perdidos tras el derrumbe de esta, en 1991, y recuperar el imperio ruso-soviético.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha subrayado insistentemente que su país y Ucrania son “un solo pueblo”, por cuya razón Europa Oriental ha sido blanco del más intenso poder de fuego, por tanques y columnas blindadas, cohetes de artillería de alta movilidad y lanzamiento múltiple guiado, de ojivas explosivas, con un alcance de 70 a 80 kilómetros; drones convertidos en vehículos aéreos no tripulados, misiles guiados por láser y bombas inteligentes.
Estos armamentos han liquidado a más de 50 mil personas, una especie de preliminar ante la posibilidad de la utilización de armas nucleares. Putin ha advertido que apelará a ellas, si Estados Unidos y otras naciones de Occidente intervienen militarmente en el área geográfica del mar Negro. La Federación de Científicos Estadounidenses cuantifica que el caudal de ojivas o cabezas nucleares asciende a casi 13,000, de las cuales los soviéticos poseen 5,977 y los gringos 5,428.
Ciertamente, Estados Unidos maniobra frente a un contrincante enérgico, resistente y experimentado, es decir, “un líder con músculo” que no se tuerce. El presidente Joe Biden ha reconocido que Putin «no está bromeando cuando habla de un posible uso de armas nucleares tácticas», y que «No creo que exista la posibilidad de (utilizar) fácilmente un arma nuclear táctica y no acabar en un Armagedón».
A decir verdad, el estallido de una guerra nuclear entre esas dos superpotencias imperialistas entrañaría una hecatombe, que mutilaría a la civilización. En agosto de 2020, la revista científica Nature Food -que se edita en Reino Unido desde 1869- difundió una investigación en la cual calcula que -excluyendo miles de fallecidos y heridos- el hambre por esa conflagración mataría a 5 mil millones de seres humanos, que representan el 65% de la población mundial, que bordea los 8 mil millones, más los eliminados directamente por las descargas explosivas.
En esa misma coordenada, climatólogos de la estadounidense Rutgers University establecieron que el lanzamiento de bombas atómicas o de fisión, bombas de hidrógeno o armas termonucleares desembocaría en incendios y en la destrucción de la capa de ozono. ¡Uy! ¡Ay!¡Puaj!
Por igual, expertos norteamericanos y chinos plantean la probable inyección de un hollín en la atmósfera (caldera de vapor y/o carcinógenos), calor en la estratosfera y radiación ultravioleta, que menoscabarían grandemente los cultivos de maíz, arroz, trigo y soja, así como la ganadería y la pesca. Secuela: una aguda e insoportable escasez global de alimentos.
Parece que se acerca el Armagedón, figura bíblica que se refiere al Apocalipsis o fin del universo. Pues, si partimos del hecho biológico de que todo nace, crece, se reproduce y muere, en algún momento asistiremos al término del mundo, y a través de novelas, cuentos y ensayos científicos se han diseñado escenarios sobre cómo podría ser este aterrador acontecimiento.
Teólogos, filósofos y otros pensadores predicen que el planeta podría concluir por un terremoto, una ola de calor excesivo provocada por la acumulación de gases invernaderos, el agotamiento de los predios agrícolas y la vegetación, por la aplicación de abonos, la desaparición de ríos, lagos y océanos, o por un Armagedón.
Geólogos y matemáticos también vaticinan que será por la destrucción de la capa de ozono, los rayos ultravioletas del sol, el estrellamiento de un asteroide contra la tierra, la fabricación de robots que eliminen y sustituyan a los seres humanos y el diseño de virus genéticamente modificados, que infecten a las personas.
Astrónomos y cosmólogos creen que los experimentos de los físicos crearían un agujero que se tragaría el planeta, que habrá una superllamarada del sol, una explosión de rayos gamma, que extraterrestres nos traerán enfermedades no resistibles o que iremos al cielo por el advenimiento de la guerra santa global, con la intervención divina.
Altos riesgos se ciernen sobre el globo terráqueo, y son concretas las posibilidades de que en este o en el próximo siglo uno de ellos acabe con la humanidad, o una parte de ella. ¿Se cumplirán los presagios de los profetas antiguos y los científicos sobre el advenimiento de un cataclismo?
La presencia de armas nucleares, con plutonio y uranio, destructores y sistemas antimisiles acrecienta la tensión, los padecimientos humanos y la preocupación de la comunidad internacional, que considera un peligro real y claro el posible inicio de una contienda letal ruso-ucraniana, en la que podría interferir la modalidad de guerra biológica y química.
En el continente europeo repican los tambores de un riesgoso conflicto bélico, lo que acentúa la creencia de científicos de que la guerra nuclear es la más alta probabilidad para marcar el último capítulo de la humanidad. ¿Provocarán las dominantes superpotencias imperiales el Armagedón?, ¿moriría una tercera parte de los habitantes terráqueos?, y ¿quién podrá evitar ese choque en el que no habrá ningún ganador?