Tomás Aquino Méndez
Un refrán muy usado en nuestro país dice que “quien siempre vientos, cosecha tempestades”. Los países que han “sembrado” guerras han tenido tenebrosas cosechas.
Al ocupar territorios, esas naciones han impulsado las guerras y han sembrado bombas, balas, tanques, misiles, minas personales, ametralladoras, cohetes, granadas y otra cantidad de armas mortíferas. Esa siembra, en Vietnam, en Cuba, Quisqueya, en Irán, Irak, Afganistán, Panamá, El Salvador, Nicaragua y otras naciones, han dejado frutos tenebrosos.
El resultado de la cosecha de guerra es muerte, destrucción, invalidez, huérfanos, viudas, hogares divididos, fabricas anuladas, producción destruidas, millonarias pérdidas, en fin una cosecha nada positiva ni envidiable. ¿Por qué entonces hay naciones que se han empecinado por años en incentivar, sustentar provocar y transportar guerras de forma permanente? Hay quienes aseguran que quienes inducen las guerras sustentan su economía en esta orgia de sangre y destrucción.
Es terrible pensar que hay seres humanos que ven en la matanza y la destrucción su modo vivendi. Hoy Ucrania y Rusia se enfrascan en una encarnizada lucha donde la vida ha dejado de tener valor para algunos. Duele pensar que de esa guerra destructora hay naciones y empresarios que engrosan sus fortunas ensangrentadas.
Aboguemos por el retorno de la paz en esa franja de nuestro mundo y porque los «azuzadores», no sigan viendo allí su gran negocio. Que miren la vida y no la riqueza con la muerte. De la siembra de guerra que incentivan algunos países, solo se cosecha MUERTE Y DESTRUCCIÓN.
*Autor es ejecutivo periódico Listín Diario