Oscar López Reyes
Octogenarios (personas con 80 años o más) producen brillantes trabajos intelectuales, y despuntan como los más avezados asesores, y veinteañeros pululan como viejitos chochos y fatigados en los huecos parlanchines. El Tribunal Constitucional acaba de darle el tiro de gracia a los que en el gobierno discriminan a los adultos mayores: eliminó el requisito de edad para ingresar en la carrera administrativa.
Cada sábado en la primera planta de la universidad hacen filas unos 25 jóvenes de comunicación social, esperando el ascensor para subírsele, y cuando me les acerco y les pregunto: ¿qué hacen en esa fila?, prorrumpen en risas. Y al invitarlos a que me acompañen a ascender escaleras, cinco me siguen. En el segundo piso, tres se quedan “ahogándose”, y en el tercero se quedan los otros dos, como abreviaturas acorraladas por el letargo.
Como profesor, les aguardo en un aula del quinto piso, y cuando llegan unos 40 alumnos, les dijo: aquí este adulto joven ha estado esperando a estos jóvenes mayores… ¿cuántos caminan una hora diaria como yo? Enmudecen. ¿Cuántos ejercitan yoga tres veces a la semana, como este servidor? No se oye siquiera el sonido de un pupitre. Y ¿cuántos nadan dos veces a la semana en el Olímpico, como quien os habla? Un silencio sepulcral ronda por el aula.
¡Wao…! Se oye el susurro, adoquinados los alumnos en butacas que exhalan deseos de aprender, y de que su profesor les ayude en el mosaico de las ironías de sus agudas humoradas.
Les decía –antes del azote de la pandemia- que tenía la esperanza de que escribieran artículos y otros textos abundantes como este cristiano, que aspira a tener el privilegio de llegar a ser un nonagenario (de 90 años), y de imitar a Joaquín Balaguer, quien rebosante de bríos ocupó la Presidencia de la República por sexta vez hasta los 90 años (1996), con coherencia mental y en su accionar.
El 3 de diciembre del 2021, el Tribunal Constitucional declaró “no conforme con la Constitución dominicana”, el artículo 37 de la Ley 41-08, de Función Pública, que señala que “para el ingreso a las carreras administrativas y especiales, los candidatos deberán acreditar, además de los requisitos generales de ingreso al servicio público”, “tener edad inferior a los cincuenta y cinco (55) años y no ser acreedor del beneficio de la jubilación o pensión”.
La Carta Magna fulmina los 55 años en -por lo menos- seis de sus artículos. A saber:
El artículo 39: “Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las instituciones, autoridades y demás personas y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de género, color, edad, discapacidad, nacionalidad, vínculos familiares, lengua, religión, opinión política o filosófica, condición social o personal”.
Artículo 43: “Toda persona tiene derecho al libre desarrollo de su personalidad, sin más limitaciones que las impuestas por el orden jurídico y los derechos de los demás”.
Artículo 57: “La familia, la sociedad y el Estado concurrirán para la protección y la asistencia de las personas de la tercera edad y promoverán su integración a la vida activa y comunitaria. El Estado garantizará los servicios de la seguridad social integral y el subsidio alimentario en caso de indigencia”.
Artículo 60: “Toda persona tiene derecho a la seguridad social. El Estado estimulará el desarrollo progresivo de la seguridad social para asegurar el acceso universal a una adecuada protección en la enfermedad, discapacidad, desocupación y la vejez”.
Artículo 62: “El trabajo es un derecho, un deber y una función social que se ejerce con la protección y asistencia del Estado. Es finalidad esencial del Estado fomentar el diálogo y concertación entre trabajadores, empleadores y el Estado”.
Acogiendo sobre la edad dos acciones directas de inconstitucionalidad impuestas por Onelia Altagracia Jiménez y Fidencio de la Cruz, la Alta Corte le puso la tapa al pomo, con el artículo 6, que estipula que “Son nulos de pleno derecho toda ley, decreto, resolución, reglamento o acto contrarios a esta Constitución”.
Gordon Smith cuenta con 95 años de edad, y lleva 63 años laborando en la sucursal del negocio de lámparas y grifería de lujo Farrey,s, en el condado de Miami-Dade, en el Sur de La Florida, Estados Unidos. Inicialmente fue aprendiz de carpintero, luego pasó por distintas áreas y, en el 2021, abre la tienda, comprueba que esté en orden la carga de los camiones de los proveedores y trabaja en la oficina.
Smith no tiene planes de retirarse por ahora, porque le gusta levantarse en la mañanita para acudir a un centro laboral, y el propietario y director ejecutivo de la compañía, Bud Farrey’s, está contento de seguir teniéndolo en su nómina, porque sin su presencia “sería un gran agujero en mi vida. Y un gran vacío en Farrey’s”.
Increíble, pero cierto. A los 101 años, María Cardoso (Brasil 1919-2021) no tiró la toalla, y aspiró a regresar al mercado laboral, para no depender económicamente de nadie y comprar su vino. Su bisnieta Pamela le preparó un curricular, porque no aprendió a leer ni a escribir, en vista de que trabajó desde los 9 años de edad.
Aunque luego de varias entrevistas laborales no obtuvo una colocación, la búsqueda de empleo se volvió viral como toda una “celebrity”; entonces numerosas empresas vinícolas decidieron enviarles todos los meses botellas de vino, y terminó siendo influencer en redes sociales para una marca de vinos. Al considerar que consiguió algo más que un empleo fijo, la anciana exclamó: “Estoy feliz, me están dando valor”, y “Me dan ganas de llorar”, ¡en tanto que varias mujeres la definieron como “Una lección de valentía, fuerza e independencia para todas nosotras!”.
Otros adultos mayores demuestran que se sienten útiles para estudiar, y también para seguir trabajando. Sus ejemplos sirven de inspiración a los jóvenes.
En el 2020, Felipe Espinoza, un abuelito de 85 años padre de cinco hijos, se graduó en Ingeniería de Gestión Industrial en la Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), en México. Para alcanzar esa meta, solventó sus estudios vendiendo ajíes y paltas en un mercado de Puebla. Con anterioridad, trabajó como albañil y mecánico, y afirma que “¡No tengo límites!”, y ahora aspira a efectuar una maestría.
Ese mismo año, Alejo Hermógenes Ortiz Rubio, que entonces cifraba los 89 años, se tituló en electrónica industrial en el Instituto Superior Tecnológico Público Julio César Tello, en Villa Salvador, en Perú. El acontecimiento se hizo viral en las redes sociales, y fue tomado como ejemplo para estimular a jóvenes que no quieren estudiar.
En el 2007, a los 95 años, Nola Ochs se graduó de estudios generales enfocado en la historia de la Universidad estatal Fort Hays, Estados Unidos, convirtiéndose en la persona con más edad en recibir un título universitario, para inscribirse en el libro Guinness de los Récords. Desde adolescente, “me gusta estudiar y aprender”, en una granja, en una escuelita, como ama de casa y madre, y a los 90 años recibió título de periodismo en la Universidad de Oklahoma.
Con notas excelentes, Guiseppe Paterno se graduó, en el 2020, de licenciado en Historia y Filosofía en la Universidad de Palermo, en Sicilia (Sur de Italia, convirtiéndose en el titulado universitario más antiguo de esa Nación europea. Consiguió esa presea luego de pasar muchas penurias en la pobreza, en la guerra y en la pandemia del Covid-19, por lo cual se sometió a exámenes telemáticos. A los 31 años se tituló de topógrafo, y aprovechó su jubilación para cursar estudios superiores.
A los 97 años de edad, Allan Stewart obtuvo en el 2021 el título de máster en Ciencias Clínicas y Medicina Complementaria de la Universidd Southern Cross University, en Australia, quien en el 2006 al graduarse en la carrera de derecho se convirtió en el graduado universitario más viejo del mundo.
El “nonagenario empollón” había estudiado con anterioridad las carreras de odontología, educación superior y derecho. Allan dijo que en su aprendizaje permanente consigue vitalidad para mantener sanos la mente, el cuerpo y el espíritu.
A sus 97 años (1941-2021), después de haber dejado sus estudios universitarios para alistarse en el Cuerpo Aéreo del Ejército de los Estados Unidos y luchar en la Segunda Guerra Mundial, Bill Gosset terminó sus estudios de Asociado en Artes en el Lincoln College. Adicionalmente, este centro académico le concedió el nombramiento de Doctor Honoris Causa en Letras Humanitarias. Aunque administraba un negocio, concluir los estudios “era una meta de realización personal”.
Como vemos, son muchos los adultos mayores, envejecientes, personas de edad avanzada, de la tercera edad o mayores que no quieren ser una carga para la familia o el Estado, y están en disposición de generar ingresos para su propia supervivencia. En esa barca, rechazan su discriminación en el mercado laboral, conscientes de que pueden seguir siendo útiles a la sociedad.
Este segmento de la población ha merecido el respaldo de las instituciones oficiales. Primero, las cámaras legislativas aprobaron la Ley número 352-98, sobre Protección de la Persona Envejeciente, y ahora el Tribunal Constitucional les ofrece un espaldarazo. Respetémosles su dignidad y derecho, y emulemos sus buenos ejemplos!