Centro Montalvo
Mariee Altidor acudió un lunes por la tarde al Hospital Maternidad La Altagracia, con la determinación de traer a su primer hijo al mundo. No tenía la certeza de cuál era el sexo de su primer retoño. Quería enterarse por sorpresa. Aunque estaba bastante asustada, por su condición de indocumentada, jamás pensó que su experiencia sería tan espeluznante. A su corta edad, 19 años, jamás había experimentado tanto atropello; a pesar de ser originaria del país con la economía más pobre de América y del hemisferio occidental.
La joven Altidor llegó al popular hospital de la Capital de República Dominicana en busca de ser atendida para traer al mundo a su bebé; antes que eso sucediera fue sacada abruptamente de ese lugar, y mientras era conducida a un recinto de detención de inmigrantes entró en labor de parto; por lo que tuvo que ser llevada al centro de salud más cercano para que alumbrará su criatura. En el trayecto, sangró profusamente.
Faltaron pocos minutos para que el bebé de Mariee naciera en el calabozo rodante de los agentes de migración; constituyéndose esto en un atropello con categoría de odio por los humanos.
El calvario atravesado por Mariee Altidor es recurrente en muchas mujeres haitianas que viven en el país. A cada momento, a decenas de ellas las deportan, sin darle chance a que recojan sus cosas y le informen a sus familiares. Otras mujeres haitianas vienen al país en busca de mejor vida, y de tener un mínimo de garantías para su salud y la de sus hijos, ya que en su país el sistema sanitario se encuentra en un desastre absoluto.
En medio de este panorama preocupante, lo más grave es el predominio de actitudes y prácticas discriminatorias contra los migrantes y sus descendientes. Es importante resaltar, que desde el punto de vista de la discriminación, la situación de la inmigración haitiana sigue siendo bastante singular, ya que registra una manifestación destacadamente negativa y disímil a la atribuida a los demás extranjeros en sentido general.
La condición humana, es el elemento más relevante en el contexto de lo que plantea el derecho internacional al momento de evaluar el derecho de los migrantes. Los instrumentos internacionales de derechos humanos, al igual que los tratados y declaraciones, son de aplicación general y por tanto operan como herramientas legales al servicio de los migrantes.
Para el Centro Montalvo es de alta preocupación la inexistencia de una estructura legal clara contra la discriminación, la violación sistemática de los derechos humanos de las personas de ascendencia haitiana; así como la violencia y agresiones de que son víctimas.
Ese cruel e inhumano agravio contra los migrantes, se lleva por delante el derecho que tienen a recibir atenciones médicas en condiciones similares a la de los nacionales; por lo que se torna inaceptable negar el acceso a servicios de salud por el estatus migratorio y por la falta de documentos.
Ese grave conflicto, que tiene repercusiones funestas para la República Dominicana, en lo que respecta a su imagen a nivel internacional, debe ser subsanado mediante un diálogo sincero entre ambas naciones.
Haití y República Dominicana son dos países que comparten la Isla, y durante años su relación ha sido hostil en grado superlativo, lo que hace emerger un fuerte ingrediente racial; a pesar de que gran parte de la población dominicana es también afrodescendiente, y que como la vecina nación, también es un gran emisor de emigrantes.
Cabe destacar que una gran cantidad de dominicanos llegó a Estados Unidos en condiciones de inmigrantes ilegales; y con el tiempo cambiaron su estatus obteniendo residencias y sometiéndose a procesos de naturalización. Es evidente que eso contribuyó a que se forjaran buenas relaciones entre República Dominicana y la tierra del Tío Sam, y la posterior incorporación de la fuerza laboral de los quisqueyanos a la economía norteamericana.
Para que eso se produzca en el país hay que deponer todos los prejuicios que hay en relación a los migrantes haitianos, y crear una cultura de diálogo, de hermandad y de reciprocidad. Hay que pensar en iniciativas legales que permitan simplificar los procesos de regularización, para que esa mano de obra con todos sus derechos sociales y económicos, sea incorporada en los rubros donde se necesiten.
Hay que promover una mayor integración entre ambas naciones, para que el aporte de la inmigración haitiana siga creciendo en el PIB de la República Dominicana (aportan el 5.4%), así como el volumen de remesas que envían a su país de origen (RD$1,300 millones). Estos datos fueron arrojados por un estudio del Fondo de Población de las Naciones Unidas, financiado por la Unión Europea.
También hay que sensibilizar al gobierno dominicano, para que transite por el camino de la solidaridad con el país vecino. Eso puede concretarse mediante el establecimiento de un modelo de atención universal, que ofrezca cobertura en salud a todos los migrantes, y fundamentalmente a las mujeres embarazadas. Es necesario que orienten inversiones en las estructuras hospitalarias de la frontera, para cubrir la demanda de salud de todos los que la necesiten. Ahora más que nunca se requiere, en los países de la región, un mayor sentido de integración latinoamericana y caribeña, basada en la corresponsabilidad, la cooperación, la fraternidad y solidaridad entre pueblos.
Los Estados deben tomar medidas que respeten y protejan los derechos fundamentales de todas las personas sin discriminación alguna por motivos de raza, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social. Además, esto constituye un principio imperativo del orden internacional contemporáneo materializado en los compromisos internacionales de protección, que tiene profundas raíces en nuestra historia compartida como pueblos libres y soberanos del continente americano.
Con mayor razón el tiempo crítico que vivimos, que nos recuerda condición fundamental como humanidad y nos enseña el valor de la solidaridad, la protección social de todas y todos y la necesidad de encontrar soluciones comunes.
Mientras llega esa tan deseada solidaridad, hay que seguir elevando la voz ante los recurrentes atropellos de que son objeto los migrantes, fundamentalmente las haitianas embarazadas o parturientas, lo que es una expresión de ultranacionalismo desbordado que no repara en transgredir la ley.
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