Benny Rodríguez
Barahona. – Digna de contar su historia. Por ser mujer resiliente, vencedora de obstáculos por difíciles que parezcan, tiene arrojo, valentía, entrega, de amar infinito…, sobre todo, ama lo que hace y la hace sobreponerse a cualquier adversidad. A ella no le fue difícil ganarle la batalla al coronavirus (no se contagió), sino en salir adelante con su sueño de emprendedora. No podía permitirle al virus que “truncara» sus sueños de mujer empresaria.
Sus ojos chiquitos reflejan ternura y la hacen lucir tranquila, de cuidados, así como prudente, cualidades que puedes apreciar haciendo una simple introspección o mirar en su interior para disfrutar de toda la energía positiva que irradia María Teresa Reyes Ledesma, mujer de coraje y determinación.
Con su tamaño mediano es propietaria del comedor “Teresa”, ubicado en la comunidad Villa Central (Batey Central), quien accedió a conversar con LaLupaDelSur en exclusiva su proyecto emprendedor y de cómo lo inició.
Explicó su experiencia desde una perspectiva de la crisis que en términos sanitarios y económicos ha implicado el nuevo coronavirus para República Dominicana, más, en una región como la del Suroeste a la que por su condición de pobreza “pega” más duro.
Pero le fue fácil imponerse a la enfermedad del nuevo coronavirus y seguir ofreciendo el servicio de venta de comida tanto a personas como a empresas establecidas a cuyos empleados hace que la magia de su sazón estalle en su paladar en cada cucharada.
Ante la crisis generada por la pandemia, que afectó negocios, sobre todo, como el de ella, no paró de trabajar: vendía comida para llevar y a domicilio de tal manera que las personas no se detuvieran a degustarla en el lugar como medida preventiva para evitar el contagio de la COVID-19.
Hoy, que han flexibilizado las medidas permitiendo comer en los restaurantes, incluso ya hay fecha para que el turismo “abra sus puertas”, esta mujer sigue haciendo estallar los paladares de sus comensales que degustarn su comida cada día.
Calvas y hay que tomarla por los…….
No es una mujer cualquiera, a sus 33 años, Teresa tiene dos profesiones: primero se hizo abogada y, luego, estudió psicóloga educativa, buscando un nicho en el sistema educativo ante la oportunidad de encontrar trabajo como profesora de enseñanza del Estado. Ambas carreras las cursó en la UASD Centro Barahona.
Pero, ha sido la cocina que le ha permitido a esta mujer “indomable” encontrar la oportunidad de hacerse micro empresaria, ser independiente, tanto en lo laboral como en lo económico.
Un amigo (Enver Onelio Heredia), fue quien hizo ver esa oportunidad “que era calva y que debía tomar por los pelos”. Esa persona, a quien considera “hermano” fue quien consiguió emprendiera el vuelo con “alas propias”, la persona que le puso combustible a su locomotora empresarial, cuyo monorriel aceitó de tal manera que no ha podido pararlo ni la terrible pandemia del coronavirus que ha puesto de rodillas hasta los países que se creían “infalibles” tanto en lo sanitario como en lo económico.
“Estaba desempleada, cansada de llevar currículos a empresas, dicen te llaman, pero no ocurría nada. Te dan simplemente una esperanza y tal vez….., ese día nunca llega, aunque duré 6 años de secretaria en el departamento legal del Consorcio Azucarero Central (CAC), pero decidí ponerle fin a esa relación laboral para poder terminar la carrera”, expuso.
Pero, ¿cómo comenzó todo?
Su amigo, que es como su hermano Enver Heredia, es quien hace que Teresa se dedique a la cocina en vez del derecho o la psicología educativa, luego de almorzar por varios días en su casa, debido a una enfermedad de su mamá.
“Luego de una semana él me dice: Teresa cuánto debo por esta semana de comida, mi respuesta fue: no me debes nada, eres mi hermano, pero él me dice que tenía la manera de producir dinero en mis manos y es como nos introducimos en este negocio”, expone con brillante capacidad expositiva esta mujer de mediana estatura que le prometían ser buena litigante en los tribunales dada su capacidad argumentativa.
Manifiesta que es ese amigo-hermano, quien le hace ver que podía tener su propio negocio y que no había podido ver, pero ella misma ponía los obstáculos, argumentando que no contaba con el capital para comenzar a emprender su empresa.
Él, Heredia, hacía una maestría cada domingo en la Primada de América en Barahona y le llevó el grupo, unas 30 personas aproximadamente, a quienes preparó un bufé de pescado con coco y frito, arroces, (incluía moros de gandules y blanco) vivires, verduras o ensaladas, jugos variados, los cuales quedaron satisfechos con la explosión de sabores en su paladar.
Es así que arranca, prende, emprende y logra ver esa oportunidad que tenía por delante, pero que otra persona fue la que le hizo reconocerla, ya que sufría hasta ese momento de agnosia, incapacidad que tiene un ser humano para no reconocer e identificar aquellas cosas que puede percibir.
Recuerda que apenas tenía mil 500 pesos y reaccionó con esa incapacidad de no reconocimiento a lo que tenía a la vista, sin embargo, su “ángel de la guarda” estaba ahí para derrotar su pensamiento y sentimiento pesimista “armándole” el capital que necesitaba para despegar el vuelo.
Ella puso los RD$1,500.00 que tenía, Heredia consiguió los pescados, su marido puso una parte hasta que armó el menú que brindó al grupo de maestría, cuya explosión de sabores a su paladar le abrió las puertas para su independencia económica y laboral.
Un desafío
El inicio de María Teresa Reyes Ledesma fue un reto y un desafío en todos los sentidos, no solo por el poco capital, sino, también, en el espacio que comenzó: en la cocina de su casa y, “el comedorcito de cuatro sillas”, la cual en el poco tiempo resultó un tanto pequeña para el servicio que en poco tiempo ya estaba ofreciendo a la comunidad teniendo que hacerla más grande e incluir más mesas y sillas.
Se embarcó en ampliar la cocina, ya que en el poco tiempo vendía el plato del día, luego entraron empresas como el CAC, arrendatarios del ingenio Barahona y otra a las cuales envía la comida, además, de que las personas pueden ir al lugar, ubicado detrás de las oficinas del Consorcio Azucarero Central y disfrutar allí mimo del “sazón de Teresa”.
La empresa es familiar, ya que sus parientes se involucran, ella como bujía emprendedora está al frente del más mínimo detalle en la cocina con las personas a las que no llama empleadas, sino sus colaboradores a quienes considera como “accionistas” de su emprendimiento productivo.
“Con lo mismo que yo vendía lo invertía en comprar una, dos sillas, una o dos mesas, la propia provisión que necesitaba para poder cocinar, así nosotras comenzamos con ese negocio”, dijo la joven mujer emprendedora sin dejar de mencionar el nombre de la persona que le hizo ver la oportunidad de negocio que tenía en sus propias narices.
Recuerda que comenzó sola: a las 5 de la mañana comenzaba la jornada: sazonaba, iba al mercado, cocinaba, atendía a los pocos clientes, servía a los comensales, luego fregaba los platos y “a los 5 o 6 meses contraté a una joven que me ayudaba en las tareas”, hoy multiplicado por 8 el número de colaboradores, más una red de voluntarios que solidariamente le colaboran.
Hoy su negocio está “firme en la roca” el cual inició con apenas un capital de mil 500 pesos, más la ayuda de su amigo Enver Heredia, así como su familia, su pequeña empresa ahora es sólida, pero no quiso revelar de cuánto es ni cuál es el volumen de venta cada día, semana o año.
Lo importante es que el ejemplo de Teresa es una oportunidad que se le brinda a la comunidad que muchas veces no encuentra qué hacer en términos laborales, pero como le ocurrió a ella, debe venir alguien que nos quite esa incapacidad de no reconocer aquellas cosas que podemos percibir a simple vista.
Sobre todo, en una región a la que la pasada administración de gobierno prometió que llegaría la “hora del Sur”, pero las manecillas del reloj no avanzaron lo suficiente, una promesa que el nuevo gobierno, al menos con Pedernales, ha prometido arrancar que cambiaría el estado de pobreza en que históricamente hemos estado los habitantes del Suroeste de República Dominicana.