Quizás sí, quizás no (de eso no estoy seguro), quizás solo si pasas de 30 (je, je, je, je), pero ha sido la única acción efectiva de la que tengo uso de razón en materia de salud pública enfocada en lo bucal; digo esto luego de participar en operativos médicos y odontológicos a las comunidades más remotas, los cuales rinden sus frutos, pero no, al final no son tan efectivos.
Recuerdo hablar con el ex presidente Leonel Fernández sobre el tema, le explicaba que no solo se trata de llevar furgones de medicamentos, apalear la situación un fin de semana, se trata de algo más, sino que se trata de lograr un cambio de mentalidad, de la educación adquirida desde niño. Así me gusta más.
Volviendo al Dr. Muelitas, los más adultos sí recordarán un muñeco en forma de conejo que iba a las escuelas enseñando prevención y entregando unos kit con producto para un buen cepillado. También de un anuncio, después de la novela de las 8:00 pm en el canal 11, que nos mandaba a acostar, porque ya era hora de que los más pequeños se vayan a dormir, no sin antes ver un comercial animado que decía: “pero antes de dormir debemos lavar nuestros dientes así: los de arriba para abajo chiqui chiqui, chiquichí, los de abajo para arriba chiqui chiqui, chiquichí, en un circulos las muelas y tus diente estarán, limpios, sanos y felices!”.
Sin dudas los considero buenos tiempos aquellos a finales de los años 80; principio de los 90. Así recuerdo todo lo que me había llegado como información para cuidar mis dientes; así transcurrían los años donde lo que nuestros padres ganaban no era suficiente como para optar por un servicio dental que no sea el público; al que había que madrugar para conseguir un turno de apenas 15 por día, el atendimiento era de de 8 a 10 de la mañana, rogando que no se vaya la luz y que el odontólogo que te tocara tenga “la mano liviana”.
Desde esas experiencia me di cuenta que la odontología despertaba pánico, miedo, estrés, en general, era incomoda (lo sé porque lo viví), pero ¿qué le vamos hacer si era lo que había?. Era la época!
Recuerdo mi primer internamiento fue fruto de una hemorragia post extracción dental, fueron tres días en una sala común, donde cuando me dieron de alta solo pedí que corran a bañarme porque eso días duré sin darme un baño; pues no había donde, así era el atendimiento en el Hospital Jaime Mota, que para ese tiempo no era universitario.
Hoy, ya no creo que sea así, me imagino que muchas cosas han cambiado, pero de verdad aun sigo pensado que como yo hay miles que preferimos no acordarnos de esas experiencias, que buenas no eran, o por lo menos nuestro subconsciente así la registra.
Ese miedo, pánico y fobia que sentimos, por lo menos sé que no somos solo nosotros, sino que según datos del sistema de salud pública británico, una de cada cuatro persona teme ir al dentista.
Las causas son muchas y la estaremos abordando en uno de nuestros artículos futuros, pero las experiencias pasadas y diría yo, el rumor público que grita a voces de que ir al dentista “DUELE”, esto se han encargado de matar la reputación de la odontología, no quiero ser pesimista, más que todo realista.
¿Qué podemos hacer? Para esto se debe optar por un cambio de actitud, de norte, entre todos, población, odontólogos, gobierno. Es un asunto de todos. Sueño con una verdadera revolución del atendimiento de calidad en nuestra región Enriquillo; en que las nuevas generaciones puedan aprender de las cosas buenas que tenían nuestros antecesores, pero también de sus errores.
Saber que existe una nueva odontología más científica, más humana, más tecnológica. Esa nueva odontología con la que cuentan las grandes potencias comerciales; no es imposible pues hoy estamos en cierto modo conectados, hoy contamos con acceso a la información. Yo sueño con que estemos dando los pasos firmes para lograr dicha transformación.
Podemos, sé que podemos!
*El autor es odontólogo de Barahona, propietario de Naclinic