Cada quien sabe lo suyo, era una expresión muy pegajosa, creada por Barón Canario, un conocido personaje de mi barrio, a quien la población siempre le reconoció el derecho de autor.
Don Barón era el padre de Benigno, apodado El Percal, un hombre romántico y bohemio, que casi todas las noches salía a merodear las zonas de los bares de la ciudad.
A Benigno le gustaban los boleros, con ellos se amargaba el alma, tal vez por algún amor sufrido, su canción favorita era esa que decía: Percal/ te acuerdas del percal/ tenía quince abriles/la juventud se fue/ yo ya no espero más; de ahí viene su nombre.
El señor Benigno era un hombre trabajador, laboraba en el ingenio azucarero de Barahona, por eso no frecuentaba en las calles durante el día. Lo veía los fines de semana, jugando dominó, o al caer la noche, muy bien vestido, casi siempre con un pantalón blanco, antes de partir hacia sus lugares favoritos.
Los muchachos le teníamos mucho respeto a El Percal, porque era el padre de Uribe, un gran amigo nuestro y de mi hermano Domingo. Uribe después llegó a ser militante de la Juventud Comunista (JC), grupo estudiantil del Partido Comunista Dominicano, que lideraba en ese entonces Narciso Isa Conde. Con Uribe vivimos grandes momentos de la lucha estudiantil, allá en mi pueblo.
A Don Barón Canario lo conocía como un viejo trujillista, mis padres me contaron parte de su historia. Me dijeron que ese señor fue un militar compañero de Trujillo, a quien le enseñó a ponerse las espoloneas.
Posiblemente Don Barón conocía muchas cosas del régimen del dictador, antes de que lo ajusticiaran, pero nunca las hizo saber, las mantuvo como un secreto personal
Esa frase pudo provenir de esos secretos, Don Barón la creó, tal vez por los hechos horrendos que vio durante la dictadura de Trujillo, en contra de la población, los inconformes y los opositores a su régimen, de crímenes y delitos, no los divulgaba por temor o agradecimiento.
No recordamos muchas cosas de Don Barón Canario, por la poca edad que teníamos, además, el barrio donde vivíamos era muy misterioso y solitario y los muchachos teníamos mucho temor a salir a las calles.
Pero tengo en mi memoria que era un Borrachón, igual que otro señor conocido como Jesús Macarromo. Vaya usted a ver.
Don Barón Canario era un hombre blanco, de pequeña estatura, había oído su frase por boca de otras personas, pero nunca expresada por él. Un día, visitando a mi amigo Uribe, tuve la oportunidad de verlo en el patio de la casa donde vivían.
Ese día, Don Barón estaba montado en un enorme caballo blanco, con un jumo, que solo Dios sabe. El caballo relinchaba y levantaba sus dos patas delanteras, y Don Barón, agarrado de la rienda y apoyado en los estribos, con la mirada perdida en el horizonte, por el estado de embriaguez, casi cayéndose del animal, por fin lo escuche decir, con voz estropajosa: “Cada quien sabe lo suyo”.
Quiera usted admitirlo, o no, esa frase expresa una verdad, las personas tienen sus secretos, en el marco de la sabia expresión de Don Barón Canario: “Cada quien sabe lo suyo”.
*Autor Subdirector Médico Hospital Infantil Robert Rid Cabral